Ciudadanos (C’s 2019)
Nos encontramos hoy ante la formación naranja; la cual decepciona por no tener un programa actualizado a 2019, tal y como viene ocurriendo con todos los partidos analizados hasta el momento. Peor incluso que los anteriores: la única versión que hay es vía web, sin la posibilidad de poder descargar un .pdf como Dios manda para los que quieran imprimirlo o leerlo con tranquilidad en su libro electrónico. Eso sí, debió de estar en algún momento porque, si se busca, se encuentra. No empezamos bien y tampoco seguimos mejor al darnos cuenta de que el programa cuenta con apenas 46 páginas que, sumadas a la memoria económica, dan un total de 76. No podemos evitar comprobar asustados que el programa de 2015 constaba de 338 páginas; lo que hace sospechar un cierto giro propagandístico, que resulta ser un vicio que siempre acecha a la política de los partidos en las democracias liberales.
Hechas las correspondientes apreciaciones generales, ¿qué nos encontramos en el programa de Ciudadanos? Claridad y concreción, lo primero; y serenidad e ideas, en su mayoría sensatas, después. Se centran desde el principio en propuestas concretas, evitando casi siempre las generalidades ambiguas bienintencionadas y los ataques a otros partidos. Muy al contrario, nos encontramos con un partido muy seguro de su proyecto para España o, al menos, muy seguro de cómo mejorar y gestionar la economía española. Ciudadanos es un partido abiertamente liberal en general y, sobre todo, en lo económico; sin por ello dejar de ofrecer unos servicios públicos y unas protecciones sociales de alto nivel, en comparación con el resto de las democracias europeas. Defienden con claridad y coherencia cristalina el estado del bienestar y, sin lugar a dudas, se les puede considerar un partido socialdemócrata. Otro calificativo importante que les encaja como anillo al dedo es el de progresistas, dado que defienden y apoyan todas las reivindicaciones que nacen de la potenciación de la libertad individual.
Son plenamente conscientes de que liberalismo, capitalismo y progresismo son coherentes y generan sinergias entre sí de cara al desarrollo de un país. Si a esto le sumamos el afán de potenciar una cultura cientificista y absolutamente pragmatista, no hay nada más que hablar. Este planteamiento es posible gracias a los impuestos de una economía sana, y tiene sentido no sólo por resultar moralmente bueno de cara a proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad y asegurar la igualdad de oportunidades, sino porque también revierte en mejorar el orden y la seguridad, así como en la potenciación, a su vez, de la economía. Los pobres no producen, afean la ciudad y pueden dedicarse a la violenta criminalidad; por tanto, la confianza en nuestro sistema económico dependerá, en gran medida, de que España sea un lugar seguro y ordenado, donde no dé miedo invertir, donde las empresas compitan con tranquilidad y donde las clases medias produzcan y consuman en paz. Este es el dogma liberal, que ya analizaremos más adelante, pero que, de entrada, como ya comentamos en anteriores análisis, no sólo funciona, sino que es el único camino posible en un mundo globalizado capitalista. Lo que no está claro es hasta dónde puede competir con el neoliberalismo o con el mercantilismo estatalista asiático. Pero hoy, a un mes de las elecciones y con vistas a cuatro años, no podemos pensar al margen del liberalismo y, en este sentido, Ciudadanos es objetivamente el mejor partido liberal.
Ciudadanos no pretende subir los impuestos (lo dejan muy claro), pero, de entrada, tampoco bajarlos; pues saben cómo no mejorar la competencia y, a la vez, comprenden muy bien que con Europa no se juega. Su propuesta económica es modesta pero sólida: organizar el gallinero mientras se potencia el sector empresarial bajo el dogma de «Ciencia y Tecnología». Y, en esta línea, caben, como ya dijimos, los mejores servicios sociales (en la medida de lo posible): desde políticas ecológicas sensatas hasta potenciar y favorecer todo aquello que sale barato y que, de facto, potencia el sistema y da votos. Hablamos, pues, de estar al día en todas las modas entorno a las teorías de “género”, los mantras del feminismo indeterminado, la inclusividad de los discapacitados y un largo etcétera; eso sí, con la diferencia de no caer en un multiculturalismo relativista confeso. Aunque bueno, Sudamérica es Iberoamérica o Latinoamérica, pero nunca Hispanoamérica. En este sentido, el partido laico (perdón, “aconfesional” constitucionalista) pierde aceite y no se mete en ningún jardín. Puede que sea la mejor opción; pero dice mucho del mundo en el que vivimos que un partido tan pálido, tecnócrata, tibio y dependiente de las modas sea el mejor. Que sí, que son de los pocos que tienen claro el peligro del nacionalismo y también, haciendo referencia al cuento de «El traje nuevo del emperador», ven muy claro que el rey no lleva zapatos; pero es que el tema es que está completamente desnudo. Por tanto, es inevitable señalar que les falta radicalidad y crítica.
Desde esta premisa, por mucho que puedan mejorar realmente España a través de un liberalismo económico inteligente y sensato que mantenga el estado del bienestar lo mejor posible (en coherencia con la coyuntura capitalista global), que abracen la perspectiva pragmatista, y que dejen espacio para una libertad individual extrema en todo lo que no perjudique al desempeño económico; todo esto no es suficiente. O, al menos, a muchos no nos lo parece. Sobre todo, porque hay partes muy delicadas de la sociedad sobre las que el estado se debe mojar: hablamos, sobre todo, de la educación y la protección de la infancia, aunque también entran aquí cuestiones como las de mantener un sistema legal justo y una sanidad pública (y no pública) con un código deontológico bien pensado; porque resulta curioso cuán lejos está cada vez más la medicina del juramento hipocrático, sin casi pararse a pensarlo. Y, en este sentido, Ciudadanos promueve una educación pragmatista que favorece la creación de muy buenos trabajadores, dinámicos y competentes, pero que son incapaces de comprender el fondo de lo que hacen. En este sentido, la idea de Podemos sobre la inclusión de minusválidos junto a niños normales, en comparación, es un problema menor (que, por cierto, también apoya Ciudadanos).
En Ciudadanos se olvidan absolutamente de todo lo que no sea ciencia, tecnología y quedar bien. Después, al margen de lo ridículo y superficial de subirse a las modas progresistas, la realidad es que el «Pacto de Estado contra la Violencia de Género», por tomar un ejemplo claro, ha generado políticas sexistas que no sólo han afectado a vulnerar la presunción de inocencia de los varones adultos, sino que también han generado injusticias sobre los hijos menores de edad que viven estas dramáticas situaciones. Sin hablar de estupideces como las políticas de cuotas sexistas (en lo público y en lo privado), como si acaso éstas se pudieran controlar sin movilizar una burocracia imposible, y como si no fueran en contra del propio liberalismo que tanto defienden. Nos olvidamos de que, a este respecto, el Estado debe asegurar, en la media de lo posible, la igualdad de oportunidades y una ley justa que aplique nuestro artículo 14 de la Constitución. Hacer más que esto supone abrir la mano a estatalismos muy poco liberales a la larga, y todo por estar a la moda y maximizar votos. La violencia puede tomar muchas formas, pero todas ellas deben ser intolerables y estar exclusivamente en manos de la justicia; con ayuda, eso sí, de la policía y el ejército.
Por este camino, llegamos al tema de las víctimas y de los delitos de odio. En un estado de derecho no puede haber víctimas privilegiadas: debe dar igual, de cara a la ley, que tu padre muera en un accidente de tráfico, en una obra o en un atentado de ETA. La ley debe perseguir al borracho, al responsable de riesgos laborales y al asesino con la misma contundencia y justicia; y considerar también a la víctima con la misma igualdad. Si acaso, deben atenderse problemas económicos, dado que no es lo mismo que muera un padre que es el único sustento de una familia humilde a que muera el padre de una familia con diez casas en propiedad; pero, por lo demás, no puede haber ni agravantes ni eximentes. Y, en este sentido, la mención por parte de Ciudadanos a las víctimas del terrorismo, con sus incoherentes nociones de “Memoria” y “Verdad”, es una concesión a la propaganda manifiesta que está en la línea de aceptar los “delitos de odio” como algo sensato. También podemos aludir al patinazo de decir que deberán ser cesados los políticos ante la mera imputación en caso de corrupción, trafico de influencias o violencia de “género”. Patinazo doble, en tanto que deberíamos respetar la posibilidad de la denuncia falsa y esperar hasta la condena firme, y porque cabe preguntarse qué pasaría si es un asesino de ancianos o de niños. Pura propaganda con efectos reales muy peligrosos.
Llegados a este punto, poco queda por decir, salvo que, como bien entonan a los cuatro vientos, son muy europeístas y están a favor de la OTAN. Y, eso sí, también conviene aludir a un matiz sobre sus políticas culturales: afirman que el cine y los videojuegos españoles están muy bien, y también reiteran que están extremadamente en contra de la piratería. Eso es todo. Como vemos, su política cultural es extremadamente profunda.
Es cierto que su propuesta para cambiar la ley de partidos es coherente, pero criticable, y debería pensarse con mucho cuidado, reparando en la importancia de un tema como éste. También proponen una transformación del senado en una especie de cámara territorial; tema también muy criticable, dado hay que pensar con detenimiento eso de aplicar teorías federalistas a un país no federal como es España. Estos temas serán tratados en otros artículos con más profundidad, pero aquí no los consideraremos demasiado determinantes como para darles peso a la hora de inclinar la balanza a favor o en contra, teniendo en cuenta los problemas radicales que encontramos en los fundamentos de este partido y de los que ya hemos hablado a lo largo del artículo que hoy nos ocupa. Tampoco lo es un tema como el de la “gestación subrogada”. Al margen de cuestiones antropológicas, metafísicas y éticas, tenemos claro que Ciudadanos está a favor de liberalizar este nuevo nicho de mercado, aprovechando una cierta demanda social. En cualquier caso, no podemos asegurar que los partidos anteriormente analizados no acaben pasando por el aro una cuestión como ésta, ya sea porque venga de Europa y no haya más que hablar, o porque sencillamente los mercados lo pidan y estemos ante la coyuntura de que la gente se vaya al extranjero, como de hecho ya hacen; lo que les puede forzar a regularlo. Si no se nos ocurre cómo hacer frente a la suma de liberalismo y globalismo, la soberanía está perdida.
Por lo tanto, amigo lector, si votar a VOX, a un partido enano, o no votar es para ti un suicidio, detente aquí; y, asumiendo todo lo dicho, vota a Ciudadanos. Pero, si estas dispuesto a ver hasta dónde llega la madriguera de conejo, sigue pensando con nosotros. La próxima parada será analizar el Post-it de Santiago Abascal.
Categorías