VOX (2019)
Hoy toca terminar con los partidos mayoritarios y, por tanto, con la última incorporación a la fiesta mediática: VOX; ese partido enano que surgió sin hacer demasiado ruido hace unos años y que, últimamente y, sobre todo, a partir del éxito electoral de Andalucía, parece que puede aportar su granito de arena al panorama político, como antaño hicieron Podemos o Ciudadanos. Centrándonos en su programa, nos encontramos dos versiones: la de una cara y la de once. Pero, antes de echarnos las manos a la cabeza, parece que el programa es de octubre de 2018 (¡lo nunca visto!). En este sentido, antes de seguir, nos vemos obligados a pararnos y a hacer un repaso al estado del resto de partidos analizados: el PP, sin novedad; el programa del PSOE parece que ya no se puede encontrar y no hay ninguna mención en la web al mismo; Podemos nos trae la sorpresa de tener su programa actualizado desde hace una semana; y Ciudadanos parece que también ha quitado su programa de la web. No podemos evitar caer en una depresión al enterarnos de esto, pero nuestro compromiso nos conduce a leer el nuevo programa de Podemos y a actualizar su entrada con las novedades incorporadas, en el caso de que las hubiera. A pesar de no poder dejar de reconocer que esto está muy bien, dentro de lo horroroso que es el panorama general, actualizar tu programa con apenas un mes es poco; las razones, comentadas en los primeros artículos que escribimos, son obvias: ese tiempo para leer todos los programas resulta escaso.
Centrándonos ahora en VOX, la primera cuestión que nos surge es si han tenido o no un programa tan corto desde el principio. Para nuestra sorpresa, descubrimos que su programa de 2016 tenía 86 páginas. Ciertamente, no son muchas; aunque, si lo comparamos con el actual, casi son ocho veces más. El giro propagandístico es notorio: está en la línea de Podemos y Ciudadanos, pero es más concentrado. Ideas claras y concisas, sin demasiados rodeos (a ver si va a parecer que quieren dar razones de lo que proponen) y, prácticamente, espetadas al lector. ¿Qué nos encontramos en este programa? En líneas generales, un partido que no carga casi nada contra otros; aunque, teniendo en cuenta lo corto que es su programa, puede ser que haya que pensárselo dos veces antes de destacar esto como algo digno de mención. En cualquiera de los casos, lo tienen muy claro: son un partido liberal conservador.
Para ir por partes, empezaremos hablando de su liberalismo. Lo dejan claro desde la versión de una cara: pretenden bajar los impuestos al mínimo y quitar la gran mayoría de las subvenciones que no estén vinculadas a los servicios sociales propios del estado del bienestar o al apoyo del desarrollo económico. En este sentido, en lo económico serían clarísimamente más liberales que Ciudadanos, y puede ser que también más que el PP y PSOE; estando totalmente en las antípodas de Podemos. En los artículos de todos los partidos que ya hemos analizado, hemos hablado mucho de lo que implica el liberalismo; y, por tanto, en favor de la síntesis, y asumiendo el espíritu condensado de VOX, vamos a considerar este tema más que visto. Si no tenéis tiempo, leed el artículo de Ciudadanos, pues VOX tiene los mismos problemas (o virtudes; si te consideras, amigo lector, un pragmatista liberal) un 50% más profundos; por ejemplo, pretenden explícitamente liberalizar, aún más, el suelo.
Ahora entremos en su carácter conservador. En este sentido, se nota su afán de ir en contra de casi todos los dogmas progresistas, salvo en uno muy curioso: dado que necesitan el maltratado voto católico (que, por cierto, si hay algún católico leyendo esto, no dejéis que os tomen por tontos), dan unas concesiones tremendas respecto a los minusválidos. Para ello, pretenden llevar a cabo un “plan de integración de personas con síndrome de Down” que bien podría darse la mano con las políticas de la “inclusividad de la diversidad”, tan propias de todos sus enemigos progresistas. Este punto es importante porque, al margen de la bondad, la justicia o la maldad de sus propuestas, éstas no parecen surgir de la coherencia con una teoría conservadora, sino más bien parecen un cajón de sastre de propuestas decididas por un comité centrado en la propaganda. Al hilo de esto, no nos encontramos nada nuevo bajo el sol: todos los partidos analizados, al final del día, lo único con lo que son coherentes es con lo de ser liberales, siendo el resto un mero barniz ideológico basado en un análisis de mercado.
El segundo problema de VOX es éste: sus ideas están al servicio de las modas del equipo contrario al progresista, pero pensadas en los mismos términos, es decir, en los de convencer al votante sin argumentos, espetándole ideas demagógicas sencillas que aluden a sentimientos y movimientos sociales de masas y que suelen venir del mundo pragmatista anglosajón. Y lo dramático es que, por el camino, quedan mezcladas muy buenas ideas, ideas sensatas exageradas hasta el envilecimiento, ideas muy malas e ideas muy contradictorias. Vamos a empezar comentando estas últimas. La primera de todas y la peor es la idea de ilegalizar partidos. Esta idea es un disparate; entre otras cosas porque, primeramente, da pie al totalitarismo y porque, en segundo lugar, ¿quién tiene la fama de ser el partido “ultraconservador fascista que se come a los homosexuales crudos”? Pues eso. Además, la clave de la unidad territorial y la soberanía está, primero, en la Constitución y, después, en el dialogo razonado. Es injustificable apostar por la censura de ideas. Lo que debemos defender es el diálogo razonado y, en este caso, como ya vimos en el artículo introductorio, el tema es fácil; así que, rebatamos a los nacionalistas, pongamos a la luz su particularismo y egoísmo, y pensemos en positivo lo más difícil: qué es España, qué es el patriotismo y, lo más importante: cuál es nuestra historia y cuál es el drama de un imperio, como fue el nuestro, que lleva más de doscientos años en descomposición. A su vez, debemos pensar hasta dónde encaja todo esto con un estado moderno.
En la misma línea que lo anterior, también resulta digno de mención su fetichismo por los símbolos. Recordemos que una buena definición del fetichismo podría ser la de considerar a las relaciones como cosas; por ejemplo: sobrevalorar un recuerdo que te regaló tu abuela y no ir a verla. Su descabezada defensa del castellano les hace un flaco favor, dado que prostituyen temas muy serios y los reducen a eslogan electoral. Al mismo tiempo, cabe destacar la peregrina idea de extender a seguratas el delito contra la autoridad; idea que, además de ser un peligro, resulta una banalización de los cuerpos de seguridad del estado. Otra idea peregrina es abolir el espacio Schengen; puesto que, si hay un problema de criminales que aprovechan dicho espacio, lo que hay que hacer es mejorar la persecución policial y la legislación vigente y no plantear eliminarlo. Siempre es mala idea matar moscas a cañonazos, y peor lo es en política. Ya comentamos que tambiénpretenden cortar el grifo a las subvenciones e instituciones ideológicas. Esto podría ser razonable, dado que es una manera de repartir el dinero entre los tuyos bastante fea y, a la vez, una manera por parte del Estado de meterse en cuestiones que nunca deberían ser estatalizadas; pero otra cosa es exagerarlo hasta el punto de querer cerrar hasta las agencias meteorológicas. Es, a su vez, muy graciosa su intención de crear un “Ministerio de Familia”: ¿qué es esto, revanchismo por el patético “Ministerio de la Igualdad”? Es evidente que pretenden seguir con el partido de fútbol; pero conviene reiterar, para los lectores que se dicen de sí mismos “católicos”, que no existe entre los grandes partidos uno mínimamente católico, ni siquiera en el sentido más posconciliar de la palabra.
Para terminar con los problemas de este conservadurismo pop hay que comentar que, antes de hablar de cuestiones delicadas, vitales y morales, un partido que mezcla e iguala cuestiones como el cambio de “género” (sí, lo dicen así, aunque realmente estemos hablando de cambio estético de sexo) con el aborto, y que a renglón seguido menciona que las vacunas son obligatorias, no es serio. Esto está al nivel de Podemos con su socialismo en el siglo XXI, es decir, es un disparate con consecuencias potencialmente peligrosas. Terminando, pues, con la guinda encima de la guinda, mencionamos un sesgo ridículo con las víctimas del terrorismo y con los inmigrantes ilegales, atendiendo al ejemplo más evidente: “la eliminación de los privilegios penitenciarios de los presos condenados por terrorismo y de los emigrantes ilegales”. ¿Y los violadores, los asesinos de ancianos, etc.? Es arbitrario considerar ciertos delitos más graves que otros al margen del espíritu de la ley. ¿Os acordáis de la fijación paranoica, demagógica e injusta con las sagradas víctimas de la violencia de “género” o los delitos de odio en general y, en particular, contra las minorías “progres”? Bueno, pues aquí nos encontramos el mismo perro, pero con diferente bozal.
Por mucho que se les llene la boca hablando con sensatez y seguridad de derogar la “ley de memoria histórica”, acabar con las políticas de “género” de cuotas o acabar con la “ley de violencia de género”, no les mueve la justicia o el espíritu ilustrado, sino que son meras armas contra el otro equipo de fútbol. No les importa en absoluto entrar en contradicción; y, en este sentido, patinan tanto con las sacrosantas víctimas del terrorismo como con su fijación por la inmigración irregular. No pueden estar en contra de los delitos de odio, como todos los partidos aquí analizados, dado que es una herramienta muy buena para censurar al enemigo. Están a favor de la cadena perpetua, y esto sí que lo llaman por su nombre. No se me puede ocurrir coctel más peligroso; no siendo VOX el coctel, sino el chiste explosivo de los partidos políticos mayoritarios.
Poco queda que añadir sobre el partido verde. Es cierto que, dentro de todas las ideas que usan, hay alguna que es buena (si se piensa en su justa medida) y que no entra en contradicción: centralizar los servicios públicos para asegurar la igualdad de oportunidades, la idea de la autosuficiencia energética o, incluso, la idea de eliminar el jurado. Su defensa de la familia clásica podría ser coherente, dando las razones suficientes; y, también, desde luego, la idea de apoyar la natalidad. A su vez, impulsar en educación la idea de poner exámenes de control a nivel nacional podría estar bien, junto con la idea de potenciar el castellano; asegurando, así, la igualdad de oportunidades. Pero claro, aquí volverían los problemas: en primer lugar, desde este liberalismo no cabe esperar una educación que no sea pragmatista; y, en segundo lugar, esta educación puede aprovecharse para meter su ideología descabezada y demagógica, como es ya tradición en todos los partidos. Por tanto, por mucho que se empeñen, no nos dan razones para fiarnos.
También entraría dentro de las buenas ideas la de tener una visión más coherente que evite caer en el multiculturalismo relativista de cara a la inmigración, ordenando y reforzando los exámenes y requisitos culturales de la legal, y persiguiendo la ilegal. Pero claro, como ya comentamos, ésta es la parte donde más se nota el revanchismo y la propaganda. Esta propuesta no nace de la coherencia o la crítica sosegada, sino de ganar a los “contrarios” y aprovecharse del descontento y molestia que produce la inmigración descontrolada. Por cierto, esta cuestión nace del liberalismo: cuando el tren iba a todo gas antes de la crisis, a nadie le importaba nada la llegada de miles de inmigrantes ilegales ni se pensaba un segundo en las consecuencias sociales. Se necesitaba mano de obra barata y hasta el más humilde españolito medio estaba sacando tajada. Esto no hace más que dar cuenta de cómo la racionalidad pragmatista liberal sólo tiene en cuenta los problemas sociales cuando ya están encima y, de facto, pueden afectar al orden social y al propio desarrollo económico. Otro caso ejemplar de este tipo es la cuestión ecológica. Por mucho que España no sea un país racista, hay límites antropológicos en toda sociedad a la hora de asumir gentes de otras culturas, sobre todo, si se produce una inmigración masiva y sin controles. Un obstáculo básico es el idioma; el cual favorece que existan verdaderas dificultades en la integración y que se creen guetos cerrados que, a la larga, provoquen problemas graves entre las distintas comunidades. Cabe hacer mención especial a la locura de echar a inmigrantes nacionalizados. Esto sería vulnerar la condición de ciudadanía; lo cual es un disparate. O nacionalizas o no nacionalizas; pero, una vez alguien está nacionalizado, si incurre en delito grave, va a la cárcel.
Saltamos desde aquí a la política exterior, donde se agradece la claridad con respecto a lo que es Hispanoamérica. Eso sí, cabe sospechar que sea una casualidad poco meditada. Además, no podemos olvidar que es otra obviedad más. No es elogiable tener claras estas trivialidades, pero sí es terroríficamente patético no entenderlas, dado que son evidentes. Por lo demás, son muy críticos con Europa, pero sin aportar demasiadas razones sobre la profundidad de su critica; y, como no podía ser de otra manera, están a favor de la OTAN. Por cierto, conviene también destacar que son muy ecologistas, como todos los demás partidos. Esta es otra manera fácil de conseguir votos, y aquí, visto lo visto, no se pretende perder ninguno.
En resumidas cuentas, nos encontramos con un partido muy liberal en lo económico y único representante mayoritario del que podríamos denominar «conservadurismo pop«. En algunas cuestiones resulta original, pero tiene el problema de ser, en el fondo, un batiburrillo de ideas poco meditadas, junto a otras contradictorias o muy malas, que sólo apuntan a cargar contra el equipo progresista hegemónico y arañar los votos del hastío generado por sus exageraciones. Desde ninguna base teórica coherente, espetan ideas buenas mezcladas con ideas malas y, realmente, lo único que logran es movilizar a los más influenciables y a la minoría más liberal y conservadora. Todo esto lo consiguen hacer al tiempo que ensucian y prostituyen ciertas ideas que, en manos de gente más prudente e inteligente, podrían ser viables.
Una vez escuché a un hombre sabio decir: “VOX es un timo”; y tengo que reconocer que iba bien encaminado. Te venden un conservadurismo pop sin demasiado fondo y tan liberal como el resto (o más), demagogia en alta dosis, y mucha contradicción. Son los oportunistas por excelencia, y se nota que viven de la estupidez propia del progresismo de los últimos años. Como hemos visto en este análisis, no se les puede considerar serios; de ahí que resulte un disparate votarles. Y me preguntarán algunos: ¿pero no podrían servir, aunque sólo sea durante 4 años, para hacer de bisagra y moderar la vida política? Yo, personalmente, no tendría estómago para dar mi voto por esa esperanza. Su programa son 11 páginas: leedlas. Creo que coincidiréis conmigo en que hay que tener mucho estómago y que, dependiendo, puede ser que potencien lo mejor, pero también pueden decantarse por lo peor. Esto, inevitablemente, les convierte en una apuesta, cuanto poco, arriesgada. Y no olvidemos que las malas ideas quitan espacio a las buenas. Por lo tanto, quizá existan o estén por aparecer partidos mejores, aunque sean enanos o minúsculos. Y si para algo sirve la irrupción de Podemos, Ciudadanos y VOX es para comprender que es mentira que votar a un partido pequeño sea tirar tu voto. Esta posibilidad la veremos en los siguientes artículos.
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