Repeat Performance (1947)
«»A Sheila:
Fuiste liberada del destino…
Primero aprende a espiar desde tu sombra bajo la luna llena.
Si huyeras del destino…
Primero aprende a correr por la nieve sin dejar huellas»».
Continuamos con nuestro repaso a las películas de ciencia ficción clásicas, centrándonos hoy en el lustro entre 1945 y 1950. Nos encontramos a las puertas de la primera ola de cine de ciencia ficción propiamente dicha, pero aún en estos cinco años siguen triunfando las películas de terror de baratillo y no resulta fácil encontrar películas que vayan más allá de esto (dentro de los límites que, evidentemente, tiene el género), que estén disponibles, y que no sean una absoluta rareza sin ningún tipo de repercusión. La lista es corta y aparece encabezada por “Repeat Performance” (1947), el serial “El invasor Marciano” (1950) y “Con destino a la luna” (1950). Vamos adelantando que esta humilde crítica se va a centrar en la más valiosa de las tres, la obra de Alfred L. Werker, que mezcla ciencia ficción con cine negro bajo el telón de fondo del drama. Pero antes de dar razones de por qué merece la pena dicha película, vamos a dedicar un par de párrafos a explicar por qué las otras dos no son demasiado relevantes más allá del interés exclusivamente histórico.
«—¿Llamo a la policía?
—¡Cielos, no! Te arrestarían por asesinato. Son de mente unidireccional».
Empecemos por lo fácil: ¿qué pasa con “El invasor Marciano”? Que adolece de aquello en lo que pecan la mayoría de los seriales de la época. Heredera de lo peor que dejaron los folletines, nos encontramos ante otra historia superficial y poco trabajada hecha por y para la masa. Resulta ligeramente menos imbécil e infantil que “Flash Gordon” (1940), pero se le podría igualmente aplicar lo dicho en ese artículo. En este caso, la estética va en la línea del cine de mafiosos, aunque con sólo un 5% de diálogos frente a una acción que inunda el 95% restante. La mitad del metraje de este serial se compone de hombres apuestos y elegantemente vestidos que se dan cortésmente de puñetazos, mientras que la otra mitad está protagonizada por persecuciones en preciosos coches de época y batallitas aéreas muy conseguidas, que rápido terminan por repetir. A esto le podemos sumar que no se cortan un pelo a la hora de reciclar negativo —sólo la escena del semi-disco volador saliendo del volcán se repite incontables veces— y que, para ahorrar metraje, aprovechan también los créditos de cada capítulo y la repetición de las últimas escenas. De hecho, incluso se dan el lujo de hacer un capítulo de recuerdo de lo que ha pasado, volviendo otra vez a reiterar las escenas completas de acción… vamos, que no debieron tardar en rodar el serial ni una semana. Dedicaremos algún día un análisis en profundidad a los folletines del siglo XIX en relación con el cine, los seriales y la coyuntura actual. Lo cierto es que el vínculo de esta cinta con ellos es lo que la hace ligeramente interesante… pero, por lo demás, no vale nada.
«—Ojalá pudiera creerte.
—¿Lo has intentado alguna vez? ¿Intentado de verdad?».
Nos encontramos después con algo en apariencia más trabajado: “Con destino a la luna” es técnicamente una película muy avanzada, sonora y a todo color. Pero no sólo destaca por unos muy buenos y creíbles efectos especiales, sino que su fidelidad científica se ajusta muy bien a la realidad. Casi podría parecer un documental si no fuera por sus tres momentos de ligera intriga. Esta es una película curiosa porque, sin lugar a dudas, ha tenido mucha repercusión en la parte formal de lo que luego sería el Apolo 11 (un ejemplo de esto es el discurso que profieren al aterrizar) y, en general, se nota que la gente que trabajó en el programa Apolo conocía esta cinta. Por lo demás, es una digna película de acción, casi documental, de un hipotético viaje a la luna, sin ningún tipo de pretensión más allá de los sucedidos que se van encadenando. Tendría un digno 4 si no fuera porque desde el principio transmite una cierta sensación de déjà vu que va provocando escalofríos, cada vez más desagradables, hasta que se le enciende a uno la bombilla ante una terrible intuición: se parece a “La mujer en la luna” (1929); de hecho, tanto se asemeja, que terminas la película con la certeza de que es un plagio sarnoso al cual no voy a dedicar ni una línea más. Más razones y bilis aquí.
«Eres el único amigo de verdad que tengo. Eso es embarazoso, porque tú no me caes bien. No me caes nada bien».
Centrémonos, pues, en lo bueno, lo verdadero y lo bello: en este caso, en una película casi perdida, que no hay manera de disfrutar legalmente —salvo comprando DVDs de segunda mano a más de 20€— e, ilegalmente, sólo con una calidad y subtítulos que podrían ser considerados tortura en muchos países. Hablamos de “Repeat Performance”, una obra que mezcla viajes en el tiempo con los elementos propios del cine negro: blanco y negro con contrastes, estilo expresionista u oscuro-expresionista —aquí hay controversia—, crimen, personajes entre lo oscuro y lo gris, etcétera. Podríamos decir que es de las primeras películas de viajes en el tiempo. Bueno… en un sentido estricto, es más bien la decimocuarta; aunque si descartamos cortos como “Onésime horloger” (1912) o “Easy Does It” (1946) sería la duodécima. De hecho, si prescindimos también de las comedias ligeras y/o musicales como “Una fantasía del porvenir” (1930) —a la cual ya dedicamos unas líneas en este artículo— o “A Connecticut Yankee in King Arthur’s Court” (1921), “A Connecticut Yankee” (1931), “Escándalos romanos” (1933), “Turn Back the Clock” (1933), “Ali Baba Goes to Town” (1937), “El tiempo vuela” (1944), “Fiddlers Three” (1944) y “¿Adónde vamos ahora?” (1945) sería la tercera de la historia del cine, siendo la primera “La plaza de Berkeley” (1933) y la segunda “Szíriusz” (1942). (Con respecto a dichas cuestiones, este artículo está bien; quizá resulta ligeramente incompleto, pero es interesante igualmente: https://reelrundown.com/film-industry/The-First-10-Time-Travel-Films-in-Recorded-History).
«—No estás para tener opiniones ni inteligencia.
—¡Pero sí tengo intuición!».
“Repeat Performance” es, asimismo, una película que se centra en la narrativa que rodea a unos personajes marcadamente dramáticos. Es un coctel extraño, pero sutilmente elaborado, que da como resultado, posiblemente, la obra más desconocida y que, a su vez, más merece la pena de las que conozco. Sugiere una meditación sobre la amistad, el amor, los celos, el deber, el arte, el poder, el trabajo y el destino de todo hombre, que pocas películas consiguen sintetizar tan bien en 91 minutos —sí señores, hasta en el tiempo roza la perfección—. Es un maravilloso juego de espejos, una catedral perfectamente diseñada. Debería estar en “Filmin” junto al resto de los clásicos y peliculones, además de estar disponible en disco a buen precio en cualquier tienda. Nos encontramos ante una tremenda injusticia. Volveremos con ella dentro de un ciclo de análisis en un futuro no muy lejano.
«—Insisto. Sólo una. Es Año Nuevo.
—No, cariño. ¿Me recuerdas? Soy el tipo que no puede sólo una».
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