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Feminismo en el siglo XXI. Séptima parte: situación objetiva, material y formalmente efectiva de la mujer en el momento actual

Vamos a dedicar este séptimo artículo de reflexión sobre el feminismo para cerrar el repaso histórico, centrándonos esta vez en la coyuntura actual. Repasaremos la situación de la mujer en los tiempos que corren, atendiendo tanto a la dimensión formal como a la material. Por el lado formal, encontraríamos las leyes, los sistemas educativos, las tendencias artísticas y, en general, la moda y el marco teórico popular del nuevo siglo. Esto no tiene demasiado misterio en Occidente —y, en este punto, recomendamos volver a repasar los primeros artículos de esta serie—; pero, con todo, vamos a hacer un repaso global para analizar hasta dónde se ha occidentalizado el mundo. En cambio, por el lado de lo material, deberíamos fijarnos en la situación particular fáctica de la vida de mujeres individuales, para lo cual son especialmente útiles los diferentes estudios estadísticos al respecto. De hecho, vamos a centrarnos en dos de los más famosos en estas materias, y que aúnan, al mismo tiempo, la visión material y formal: el “Women, Peace and Security Index” (2019-2020), de Naciones Unidas, y el estudio del Banco Mundial “Mujer, Empresa y el Derecho” (2020). Para acortar el análisis, atenderemos a los 25 países con mayor PIB, mayor PIB per cápita, mayor población y mayor IDH. De esta manera, iremos viendo cómo se modulan las puntuaciones tanto del WPS, cuyo planteamiento establece que, cuanto más cerca del primer puesto, mejor —respecto a 167 posiciones—, como del MED, donde la mejor calificación sería la de 100 puntos. Todo esto, además, se hará reparando también en el lugar y en el alineamiento político y religioso. Pero, antes de ponernos a dar la vuelta al mundo varias veces, hay que puntualizar un par de detalles respecto al enfoque de los estudios. Comencemos.

El “Women, Peace and Security Index” (2019-2020), que establece los mejores lugares para nacer mujer, ha otorgado a Noruega el honor de ocupar el primer puesto entre ellos. Para ponernos en contexto, el lugar de España es el 15º —siendo interesante comprobar que, en el de 2017-2018, nos encontrábamos en la 5ª posición—. El enfoque es bastante general, incluyendo desde los años medios de formación de las mujeres hasta la tasa de penetración del uso del teléfono móvil. A cualquiera que tenga curiosidad en los pormenores del estudio, le recomendamos que se eche un vistazo a este documento, ya que nosotros nos vamos a centrar, fundamentalmente, en un par de puntos que nos parecen, cuanto poco, cuestionables. El primero y más curioso es comprobar que considera positivamente la existencia de escaños parlamentarios ocupados por mujeres. Esto tiene todo el sentido del mundo, dado que todos podríamos estar de acuerdo en que una cámara donde no hubiera ninguna mujer sería tremendamente sospechosa de participar de un país machista; lo que no está tan claro es cuál debería ser el óptimo natural en aquellas sociedades libres en las que las mujeres gozaran de igualdad de oportunidades y derechos… Lo que parece un poco exagerado es estimar que, necesariamente, cuanto más, mejor; pues un 100% de mujeres en un parlamento sería algo, como poco, igual de anómalo y turbio que un parlamento totalmente masculino.

Otra cuestión es el índice que rastrea el porcentaje de hombres de 15 años o más que no estuvieron de acuerdo con la siguiente propuesta: «Es perfectamente aceptable que cualquier mujer de su familia tenga un trabajo remunerado fuera del hogar si lo desea». En este caso, no resulta demasiado difícil actuar de abogado del diablo, arguyendo que ‘perfectamente aceptable’ es algo demasiado tajante como para estar de acuerdo si no hay una previa matización; sobre todo si nos damos cuenta de que se sugiere que lo sea para ‘cualquier mujer’ por el mero hecho de ‘desearlo’. Además, creemos que, si dicho alegato fuese aplicado a cualquiera, al margen de ser hombre o mujer, se podría dudar muy seriamente de su corrección. En esta línea, también habría que destacar la crítica que podría hacerse al índice de mujeres de 15 años o más que informan de que «se sienten seguras caminando solas por la noche en la ciudad o el área donde viven». Eso de ‘sentirse’ es algo muy subjetivo; además de que aplicaría igualmente a hombres. De hecho, aun reconociendo que la seguridad física de una mujer es, de media, inferior a la de un varón, dada la fisiología natural de cada sexo…; lo cierto es que, por la noche, nadie está completamente seguro. La pregunta debería ser más contundente, sobre todo para ganar en claridad. Quizá podría haberse enfocado, más bien, en incidir en si uno tiene (o no) miedo a que le agredan, o algo por el estilo —o, incluso mejor, formularla en pasado, a saber, preguntando si le han agredido a uno en el último año—. Además, el factor subjetivo del ‘sentirse’ tiene otro problema, y es que puede ocurrir que las mujeres de un país acomodado del primer mundo sean más miedosas y susceptibles de sentirse inseguras que las de un país más peligroso. Por lo que volvemos al tema de que, si la pregunta aludiera no tanto a la sensación de seguridad como a la posibilidad de una agresión objetiva, probablemente se proporcionarían unas respuestas mucho más significativas; dado que es evidente que el hecho de que en lugares como España el 82.5% de las mujeres se sientan seguras responde a que quienes han sido agredidas suman un porcentaje inferior al 1%.

Y, ya que hemos entrado con la cuestión de la violencia, está también el tema de considerar que toda violencia ejercida por un hombre hacia una mujer, incluyendo la violencia doméstica o dentro de la pareja íntima, se produce por machismo; cuando las razones para hacerlo pueden pivotar, entre otras, desde la cristalina legítima defensa, pasando por la enajenación mental transitoria, o simplemente en el marco de una discusión que se vuelve violenta, y donde ambas partes pueden dar y recibir —en resumidas cuentas, los mismos motivos que puede tener cualquier hombre, al margen de su sexo, para ejercer la violencia—. Sin contar con que, por mucho que de media los varones sean más fuertes físicamente, esta fortaleza no es igual en el ámbito emocional; estando, en este último punto, el hombre y la mujer, como mínimo, en igualdad de condiciones de hacerse muchísimo daño mutuamente (un daño muchas veces más grave que un moratón o un hueso roto). Terminamos la crítica a este estudio, que, por lo demás, no negamos que arroje unos datos coherentes e ilustrativos, apostillando un último problema: su consideración negativa de que las leyes o regulaciones distingan entre hombres y mujeres. Esto es muy criticable; dado que, por ejemplo, de cara a la maternidad, no diferenciar a los hombres de las mujeres puede implicar un perjuicio y detrimento de sus oportunidades a la hora de ser competitivas en el marco laboral —siendo éste de los poquísimos ejemplos donde se podría defender algo semejante al aborto intelectual que suele ser la noción de ‘discriminación positiva’—.

Respecto al estudio del Banco Mundial “Mujer, Empresa y el Derecho” (2018), que participa de la misma nebulosa de ideas, más o menos acertadas, podemos destacar muy rápidamente un par de cuestiones, sin dejar de recomendar a los interesados que lo lean ellos mismos; siendo, además, más fácil que el anterior, en tanto que han tenido la deferencia de emplear un diferencial de su presupuesto en hacer una traducción al español: el tercer idioma más hablado del planeta Tierra. Muy rápidamente, podríamos puntualizar asuntos como el de que se considere positivamente «que exista la ley o un mandato que prohíba la discriminación en el trabajo por razón de género». Esto, entendiendo ‘género’ como sexo, tiene muchas aristas; y es que, más allá de la noción general de que es una injusticia que, por un mismo trabajo, una mujer cobre menos que un hombre, esta cuestión es muy difícil de tratar con una prohibición —¿cómo se podría demostrar en trabajos que no estén estandarizados?—; debiendo centrarse, más bien, en un tema de educación. Porque… ¿vamos a prohibir al dueño de un bar de noche buscar específicamente a una camarera, a más a más, atractiva?, ¿vamos a evitar que, para una campaña publicitaria, se opte por un varón con buena percha, voz…, en una palabra, apuesto?, ¿una radio no puede escoger a una mujer con una cadencia encantadora?, ¿un canal de televisión no puede andar a la caza de un presentador gallardo? En resumidas cuentas: ¿qué problema hay en que la gente se aproveche de su belleza? Somos seres sociales, y negar o manipular una de las innumerables facetas de nuestra sociabilidad es un error; sobre todo teniendo en cuenta que es habitual, en los lugares donde el machismo impera, que el erotismo y la sensualidad sean censurados, estrictamente controlados y reducidos, como mucho, al ámbito privado.

Otro tema discutible es si se debe prohibir el despido de mujeres embarazadas, cuando quizá existan otras opciones, como aplicar exenciones fiscales, favorecer el teletrabajo, etcétera. Esto, además, no sólo protegería a las embarazadas, sino que crearía un ambiente que favorecería un aumento de la natalidad entre las mujeres trabajadoras. Y la última cuestión que vamos a comentar es la idea —que aparece también en el estudio— de valorar positivamente la existencia de una ley que prevea la valoración de las contribuciones no monetarias… Nos da la sensación de que sería una ley muy difícil de articular de una manera tal que se evitara el fraude. Matizadas todas estas cuestiones, nos encontramos ante unos estudios muy ilustrativos para el sentido de nuestra exposición; y, por lo tanto, sin más digresiones, vamos a analizar la situación actual de la mujer a nivel global. Atenderemos a tres zonas: Occidente, Oriente y África, distinguiendo diferentes bloques, como el europeo y el americano o el asiático y el africano. A su vez, separaremos entre el primer mundo, donde se engloban las democracias liberales y los herederos de las Potencias del Eje, y el segundo mundo, donde encontramos a las democracias herederas del mundo soviético. Luego, consideraremos también el mundo chino e islámico, sin olvidarnos del tercer mundo, donde hallamos los regímenes herederos del imperialismo en África. Para terminar de complicar la situación, tendremos en cuenta las 7 religiones más extendidas: el cristianismo, el islam, el sintoísmo, el judaísmo, el hinduismo, el budismo y la religión tradicional china. Para simplificar el análisis del todo, vamos a considerar también el nivel de alineamiento con la OTAN y el Imperio estadounidense. Recordamos que vamos a tomar los 25 países con mayor PIB, mayor PIB per cápita, mayor población y mayor IDH —perdonadnos por adelantado algún error puntual, dado que son muchos datos; os recordamos que lo importante es dar con la cifra y no tanto clavar los decimales—. La razón por la que nos fijamos en el PIB es evidente: un país rico tiene una gran capacidad para influenciar a otros de su entorno. Además, el PIB per cápita nos da un matiz importante respecto a la riqueza individual de los ciudadanos, lo cual se relaciona directamente con tener en cuenta a la población. La situación de un país muy poblado implica que afecta directamente a más personas y, a su vez, nos da una idea muy significativa respecto a su potencia de cara al futuro. Por lo demás, el IDH es un indicador genérico que nos puede ser muy útil para orientar el nivel medio de calidad de vida de un país más allá de la cuestión de las mujeres.

Comenzamos el análisis por Occidente y el primer mundo, centrándonos en el bloque europeo. Nos encontramos con Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España, Países Bajos, Suiza y Bélgica. Estos países están entre los más ricos del mundo tanto por PIB como por PIB per cápita —salvo Italia y España—. A su vez, son miembros de la OTAN, excepto Suiza, que está dentro de la Asociación para la Paz; y, por lo demás, todos están entre los lugares con mejor IDH. Entre estos países, encontramos a gigantes demográficos, como el país germano, nuestro vecino galo, las islas británicas y la bota mediterránea. Poco de lo anterior resulta demasiado sorprendente, como tampoco destaca remarcar que estos países son cristianos, resultando evidente que los índices respecto a la situación de la mujer van a ser muy buenos; tanto, como que la media entre todos ellos está en el 12º mejor lugar para nacer mujer (de 167 posiciones), con una puntuación de 97 (siendo el óptimo 100). Del resto del primer mundo, en América destacan la gran nación de Estados Unidos, Canadá, Brasil y el inmenso México. Mientras que los dos primeros se encuentran entre los más ricos en los dos sentidos de este análisis —y también en cuanto a IDH—, los dos segundos sólo lo están en cuanto a PIB. Todos, menos Canadá, son países extremadamente poblados y aliados de los yanquis; siendo Brasil un Aliado importante extra-OTAN y México un aliado con importantes tratados comerciales que, además, están muy ligados a la esfera norteamericana. La media de la posición para nacer mujer sería la 58ª, mientras que la puntuación MED se quedaría en 89. Siendo, por cierto, los cuatro —evidentemente— cristianos.

Llegamos al bloque asiático, donde la alineación con el primer mundo pivota entre la claridad del Japón hasta la neblina de Egipto o Catar. Seguro que, en este punto, es muy criticable incluir o no a un país; pero, sea como fuere, lo que buscamos es ser ilustrativos, y siempre estaremos abiertos a discutir posibles errores o matices en los comentarios. Comenzaremos destacando que, en este bloque, encontramos potencias económicas como Japón, Australia, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Catar o Singapur; y muchas otras, con un gran PIB, como la India, Corea del Sur, Indonesia, Turquía, Taiwan o Tailandia. En este grupo, hay países verdaderamente poblados, como la India, Japón, Indonesia, Turquía, Taiwan, Bangladés, Filipinas, Egipto o Vietnam. Todos son o aliados importantes extra-OTAN o pertenecen a la Iniciativa de Cooperación de Estambul, como los Emiratos Árabes Unidos, o mantienen una relativa buena relación con Estados Unidos y/o cercanía cultural con el mundo anglosajón. A su vez, en Asia encontramos mucha variedad de religiones, donde las rarezas son el cristianismo en Australia y Filipinas, el hinduismo en la India, y el judaísmo, como no puede ser de otra manera, en Israel. Los demás países son o budistas o musulmanes. Este grupo estaría en la 77ª posición respecto al WPS, y con una nota de 72 puntos en el MED. Empezamos a notar ciertas tendencias, pero dejaremos esas reflexiones para más adelante. Por lo demás, del primer mundo poco más se puede decir, salvo si nos fijamos en Sudáfrica, el único bastión medianamente occidental de ese continente, que sólo destaca por estar muy poblado, y que se sitúa en la 66ª posición para nacer mujer, sumando 88 puntos. Para terminar, podríamos hacer la media del primer mundo, que ocuparía la posición 53ª, y que contaría con 87 puntos.

Respecto a los países del segundo mundo, no hay demasiado que rascar, exceptuando, en Europa, a Rusia y Polonia: ambos destacan en PIB y, el primero de ellos, también en cuanto a población. Así como Rusia está en la Asociación para la Paz, Polonia es miembro de la OTAN. Entre los dos, darían una media que alcanzaría la 38ª posición y los 83 puntos. Por lo demás, no caen dentro de los 25 países más destacados ninguno en América o África; y, en Asia, tan sólo nos quedaría Afganistán, el cual es un Aliado importante extra-OTAN, que lograría la 166ª posición para nacer mujer, obteniendo, a su vez, 38 puntos. De media, el segundo mundo se quedaría en el puesto 102º, y con 61 puntos; lo cual no sería del todo justo, dado que, dentro de países más pequeños, que no destacan con las métricas que manejamos, los índices serían mejores. En este sentido, la clave estaría en diferenciar entre Rusia y Polonia, dos países importantes, pero en los que la situación de la mujer es muy diferente: mientras que los polacos gozan de una 25ª posición y de una puntuación de 94; los rusos, en cambio, sólo llegan al 51º puesto y a los 73 puntos. El primer mundo ha arrasado a nivel global, eso está claro. De hecho, si nos fijamos en el mundo chino, el único país con peso es la propia China, que ocupa el 76º lugar en donde mejor se nace mujer, y que cuenta con 76 puntos sobre 100 respecto al MED. Por lo demás, nos quedaría el mundo estrictamente islámico, donde nos topamos con tres países significativos: Arabia Saudita, Irán y Paquistán. Todos, menos Paquistán, destacan respecto al PIB; y los dos últimos son gigantes demográficos. Entre los tres, se ubicarían en la 134ª posición para nacer mujer, y con una puntuación de 50. Para terminar con el repaso numérico, nos falta fijarnos en el tercer mundo, en este caso en África, donde nos encontramos con cuatro gigantes demográficos, que no destacan por nada más: las cristianas Etiopía, República Democrática del Congo y Tanzania, junto a la musulmana Nigeria. Haciendo la media entre los cuatro, quedarían localizados en el puesto 130º respecto al WPS, y con 75 puntos respecto al MED.

Una vez repasados los 25 países más significativos a lo largo y ancho del orbe, nos damos cuenta de que, más allá de la alineación con el primer mundo, parece ser que hay tres variables muy importantes que afectan a la calidad de vida de las mujeres: la situación económica, la población y la religión. Por lo tanto, vamos a calcular la media de dichos índices. La calificación de los países dentro de los 25 con mayor PIB ocuparía el 51º lugar (os recordamos que la 167ª posición es la peor), y contaría con una puntuación de 82 (siendo 100 el óptimo). En cambio, los que no sobresalen por tener un gran PIB, pero sí destacan por tener una considerable población, se encontrarían en el puesto 127º, y reunirían 66 puntos. Nos damos cuenta de que parece haber una clara relación entre lo rico que es un país y la situación de las mujeres en el mismo. Si, además, nos percatamos de que, dentro de los 25 con mejor IDH, todos destacan por PIB…, vamos comprobando dicho vínculo. Ahora podríamos analizar la media de los países que no sólo tienen un PIB dentro de los 25 mayores, sino que también despuntan respecto al PIB per cápita. En este caso, la media nos daría la posición 24ª y una puntuación de 86; lo que implica una cierta mejora, pero tampoco nada demasiado exagerado. Por lo tanto, podemos intuir que hay otros factores que afectan, como la mera población y/o la religión. Respecto a la demografía, la calificación de los países más habitados les llevaría a ocupar el puesto 85º, con 77 puntos; en cambio, las valoraciones de los menos poblados conducirían a la posición 46ª y a una puntuación de 85. Así pues, parece ser que, cuanta menos población y mayor riqueza, mejor —lo cual es perfectamente razonable—. Con todo, las diferencias tampoco son tan contrastadas como respecto a la mera riqueza. El último factor sería la cuestión religiosa; por eso, antes de empezar a cruzar datos, vamos a calcular la media de cada una de las religiones. La media de los países cristianos conduciría al 51º lugar y a los 95 puntos; la islamista ocuparía la 121ª posición, con una puntuación de 53; la budista se quedaría en el puesto 60º y con 83 puntos; el sintoísmo llegaría al 29º lugar, contando con 82 puntos; el judaísmo se quedaría en la posición 34ª, sumando una puntuación de 78; el hinduismo alcanzaría el 133º puesto, con 74 puntos; y, por último, la religión tradicional china obtendría el 76º lugar, adquiriendo una puntuación de 76.

Una vez que ya tenemos todas las medias, podemos apreciar que existe una correlación clara entre la riqueza de un país y la religión que impera; siendo una tendencia nítida el hecho de que, cuanto más rico y cristiano es el lugar, la situación de la mujer mejora, mientras que, cuanto más pobre y musulmán es, ésta empeora —al margen de cómo pueda entenderse esta coyuntura con relación al hinduismo en la India y demás casos singulares—. Para analizar esto con más cuidado, podríamos contrastar los datos, comprobando la media de los países ricos cristianos junto a la de los pobres cristianos y, a su vez, la de los países ricos musulmanes en paralelo a la de los países pobres musulmanes. Atendiendo meramente al PIB, la media de los países más ricos cristianos alcanzaría la 30ª posición y una puntuación de 93, mientras que la de los países cristianos pobres se quedaría en el puesto 106º y con 81 puntos. Después, así como los países ricos musulmanes ocuparían el 94º lugar y una puntuación que alcanzaría los 56, los países pobres musulmanes lograrían la 154ª posición y una suma de 49 puntos. Parece ser que nuestras previsiones se cumplen…; pero, antes de terminar con este trabajo y de presentar las conclusiones, sería también interesante comprobar si esta tendencia se confirma también atendiendo al PIB per cápita de los países, tanto cristianos como musulmanes, que podríamos llamar riquísimos —por no decir aburguesadísimos—. De este modo, mientras que los cristianos se quedarían con una nota que equivaldría al 15º puesto y a los 96 puntos, los musulmanes conseguirían la 58ª posición y una puntuación de 44. Queda claro que las mujeres ricas viven mucho mejor como cristianas que como musulmanas, y que, cuando se es más pobre, esta misma regla se sigue cumpliendo.

Para terminar este artículo, nos gustaría poner el acento en que, en general, la población de los países más ricos occidentales u occidentalizados, donde la mujer vive mejor, es muy inferior a la de las naciones más pobres musulmanas o asiáticas, en las que, claramente, vive peor. Podríamos decir que 576 millones de mujeres viven entre muy bien y bien, 2.338 millones viven entre regular y mal, terminando con 156 millones que viven entre mal y fatal. Evidentemente, sólo hemos atendido a los 25 países más significativos, demográfica y económicamente hablando; pero creemos que los resultados que hemos extraído son perfectamente extrapolables a la población mundial. Esto es especialmente ilustrativo de cara a criticar ese ‘feminismo’ ruidoso y de moda dentro de los países más acomodados. La lucha feminista sigue teniendo sentido, pero allí donde las mujeres viven efectivamente en una situación de clara inferioridad y pobreza. En Occidente, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora debería ser un momento para reconocer el trabajo bien hecho durante un instante; para, después, pasar a reivindicar y dedicar la mayor parte de las fuerzas a remarcar la situación de las mujeres que no viven como occidentales aburguesadas. Necesitamos menos manifestaciones y más donaciones al desarrollo para los países desfavorecidos; menos salir a la calle por fantasmagorías patriarcales y más llenar las calles de las capitales cuando vengan los dirigentes de China, India, etcétera. Menos perder el tiempo en Internet compartiendo banalidades púrpuras, mientras se hace seguidismo de la propaganda demagógica partitocrática, y más plantearse muy seriamente qué implica el «Made in PRC», el «Assembled in India», así como lo moderno que parece tolerar, sin ningún tipo de crítica, la cultura islámica en Europa o lo ‘chupiguay’ que es irse de vacaciones a países corruptos o con regímenes dictatoriales. Una vez dijo una gran profesora que las malas manifestaciones le quitan su espacio a las buenas; y tenía (y sigue teniendo) mucha razón. Así que, por lo menos, intentemos pararnos un segundo a pensar la próxima vez que alguien nos pida que apoyemos su noble y solidaria causa.

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