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El Partido Popular (PP 2019)

Hoy vamos a analizar el primero de los partidos más representativos de España. Ciertamente, hablamos del Partido Popular (PP), el cual, a día de hoy, aún no tiene disponible su programa actualizado a 2019. Este hecho no es un caso raro, dado que el resto de los partidos, pequeños y grandes, tampoco lo tienen. De cualquier manera, no deja de ser algo preocupante, teniendo en cuenta que suelen ser textos entorno a las 200 o 300 páginas y que, por tanto, una lectura y reflexión seria sobre los mismos necesita, como mínimo, una semana (y estamos ya a menos de dos meses de los comicios). Además, una persona normal con otros compromisos y que no se dedique a esto necesitará más tiempo. Teniendo en cuenta estas cuestiones, resulta casi imposible leerse, en el plazo que nos queda, los programas de, al menos, los cinco partidos más representativos. Está claro que estas prácticas responden a la realidad de que la gran mayoría de los votantes no se leen los programas, siendo éstos, además, mucho menos eficientes, propagandísticamente hablando, que los eslóganes y pequeñas pinceladas que se dan en las webs y redes sociales; pero claro, también tienen el problema de ser vinculantes (o, como veremos más adelante, igual no lo son tanto).

En resumidas cuentas, este menosprecio al negro sobre blanco, en cuanto al programa político se refiere, nos acerca un poquito más a un totalitarismo. Eso sí, en vez de ser un único partido al que nadie vota, lo que tenemos es una variedad de partidos que, de facto, podrán hacer más o menos lo que quieran, preocupándose tan solo de mantener el color y las consignas que lo identifican en el escaparate; lo cual resulta terrorífico. Sin embargo, tampoco conviene exagerar. La realidad es que los programas suelen ser muy abiertos, poco definidos y hasta ambiguos, así que, salvo matices fundamentales y el fondo que se pueda entresacar de los mismos, prácticamente de cualquier concreción política se podría justificar que, de alguna manera, respeta el programa. Intentaremos aclarar esos aspectos, dar con el fondo y, si acaso, poner en evidencia esas ambigüedades que, en el fondo, son contradicciones. Otro truco muy normal es decir que se está a favor de «no sé qué plan» lleno de siglas, que implica invertir aún más tiempo en informarse de qué se está hablando.

Sea como fuere, en el presente trabajo nos vamos a centrar, en un primer lugar, en el análisis de los puntos que creemos más representativos del programa disponible, que es el de 2016; presuponiendo que los fundamentos de éste no deberían haber cambiado demasiado. Después, comentaremos la relación de dicho programa con el desarrollo de las circunstancias y hasta dónde han fallado en su cumplimiento, para terminar dando una visión general de qué podemos pensar con un mínimo de sentido acerca del PP, a menos de dos meses de las elecciones.

Lo primero que destaca del programa del PP es que, antes de comentar lo que pretenden hacer, reiteran una y otra vez al comienzo de casi todos los apartados lo bien que lo han hecho y lo mal que administró la crisis el PSOE. Es cierto que la cosa ha mejorado, pero también es cierto que existe una coyuntura global y que, al final, hay un factor de suerte en el hecho de que te toque la crisis o la salida de la crisis. Con esto no se pretende menospreciar la labor del PP que, indiscutiblemente, desde su liberalismo económico, ha progresado en la liberalización legislativa y seguido la receta para adaptarse mejor a los mercados globales, mejorar la competitividad y un largo etcétera. Resulta evidente que, en un mundo comido por la globalización y el capitalismo, un partido más liberal consiga mejores resultados. Esto es criticable si analizamos en profundidad el problema, pero resulta positivo en el sentido de que, si no se nos ocurre nada mejor y si lo que hay al otro lado es la pobreza y la quiebra del sistema, entonces, las medidas liberales serán bienvenidas.

Es curiosa la tensión entre lo profundo, lo equilibrado, y lo ambicioso; lo productivo y lo competitivo; y la libre competencia y el privilegio. No se pueden hacer reformas profundas y ambiciosas que, a la vez, sean equilibradas: si es necesario reformar con contundencia, será porque el equilibrio existente queremos cambiarlo. También es muy curioso cómo se supone en este programa que la competitividad es fundamental, pero, a la vez, se remarca muchas veces que España tiene una posición de privilegio (cosa que va en contra de la competitividad). Si somos liberales al 100%, no queremos privilegios; lo que queremos es libre competencia y, así, esforzarnos sólo con el trabajo para ganar. En este sentido, el PP parece que se desmarca bastante del neoliberalismo, pues, además de que defiende continuamente el llamado “estado del bienestar”, también propone gastar, invertir y potenciar muchísimos sectores económicos. Eso no es nada neoliberal o, por lo menos, lo es ambiguamente, dado que, en cierto punto, llegan a afirmar que buscan promover relaciones laborales flexibles, a la par que seguras; lo cual parece bastante incompatible.

Como ejemplo de lo comentado anteriormente es interesante, y hasta jocosa, su intención de luchar en contra del cambio climático, a la vez que se aprovechan al máximo nuestros recursos y se impulsa la competitividad. No se puede servir a la economía y a la ecología a partes iguales: o te decantas por una o por la otra. En este sentido, vemos un PP que quiere centrarse, pero que su fondo capitalista liberal le hace decir alguna tontería al querer servir a señores tan distintos. A su vez, una de las pocas cosas concretas que afirman querer mantener son las centrales nucleares. Pero, eso sí, se cuidan de estar a favor del bienestar animal, para evitar que PACMA les rasque un voto. Resulta también curioso lo de “bienestar animal”, pues, después de esta aplicación del concepto, quizá lo del “estado del bienestar” tome otros tintes.

Dicho esto, ya hemos cubierto el 80% del programa: cargar contra el PSOE, recordar lo bien que lo han hecho en economía, y prometer que lo van a hacer mejor. Todo está sesgado y al servicio de la economía y, ¡cómo no!, es coherente dentro de la racionalidad capitalista. Lo que se ensalza desde este planteamiento son cuestiones como: una mejora de la economía a través de más empleo, más riqueza, más consumo, recaudar más con los impuestos en general, para así poderlos bajar en particular; y, a fin de cuentas, mantener el estado del bienestar, siendo todos a la vez más ricos y poniendo menos. Eso sí, un estado del bienestar siempre al servicio de la economía y sin prácticamente valorar otros pilares de un país como el nuestro. Otro tema muy recurrente es la apuesta por la tecnología. Esto resulta evidente y coherente con lo dicho hace un momento, dado que el motor de nuestras economías es, fundamentalmente, aumentar tanto la producción como los márgenes de beneficio con avances tecnológicos y, así, ser más competitivos. En resumidas cuentas: la misma receta de antes.

Dicho esto, apenas cabría mencionar unas pocas cuestiones singulares muy importantes de carácter general donde se mojan, y un cierto barniz conservador, que cada vez es más fino y menos radical. Esto último se aprecia si observamos que no hay ninguna mención a la Iglesia católica y tampoco una crítica al progresismo social. Está claro que, en este programa, el PP pretendía centrarse lo máximo posible en un liberalismo propio del estado del bienestar y alejarse del cariz conservador en un sentido tradicional.

Centrándonos ahora en cuestiones más concretas, una cosa que llama bastante la atención es que, en el índice, la parte económica esté al principio y, luego, aparezca la parte social bajo el título de: “Primero las personas”. Parece casi un error inconsciente, pero no deja de poner de manifiesto la clara incompatibilidad entre una economía capitalista y una sociedad, si las relaciones entre una y otra no se piensan con cuidado. Resulta evidente también su esfuerzo por socializarse, por ejemplo, con su apoyo a la conciliación entre vida laboral y vida familiar (siendo ésta una cuestión bastante socialdemócrata), o  con el hincapié que hacen en mejorar las condiciones de vida y ayudar a los más desfavorecidos. En esta línea bienintencionada, uno de los deslices más comunes hoy en día, y que también aparece en este programa de 2016 en el apartado de sociedad, es el hecho de meter en el saco de los más desfavorecidos a la gente mayor, a los discapacitados y a las mujeres; cosa que a un ilustrado feminista le parecería, cuanto menos, sospechosa. Esto parecería ahondar en la presunción implícita de que las mujeres, por el mero hecho de serlo, tuvieran algún tipo de minusvalía que requiriera un apoyo especial para llegar al nivel de un varón medio. Tela marinera. 

Otra cosa que llama bastante la atención del lector es que, entre innovaciones y apoyar la competitividad, la primera mención a la mal llamada “igualdad de género” (en el sentido de asumir acríticamente la manipulación conceptual propia de los últimos tiempos, a la par que no matizar que es «igualdad de oportunidades»), es en el sector pesquero; cosa un poco ridícula y que evidencia que, entre las manos que redactaron el programa, había quienes estaban oliendo por dónde vendrían los tiros en el futuro. También es muy gracioso que en otro párrafo se refieran a las cosas por su nombre, sin retorcer nuestro idioma, con la expresión “violencia machista”; quedando patente que, en 2016, la ortodoxia al respecto no estaba fijada. Más adelante, destaca que, antes de hablar de las víctimas de los atentados de ETA, que eran las principales en políticas anteriores del PP, la primera víctima letal que se mencione dentro del programa sea por violencia machista. Esto pone de relieve que los tiempos ya estaban cambiando. Eso sí, al obrero que muere por no tener casco nunca lo veremos aquí como víctima; a diferencia de otras víctimas que sí son mucho más mercantilizables políticamente. Pero claro, hablar de la violencia y las víctimas en general implicaría hablar también de violencias que no interesan, entre las que se encontraría la violencia propia del sistema capitalista, que es de la que menos conviene hablar. 

A fin de cuentas, se sitúan absolutamente en contra de la “discriminación sexual y/o de la identidad de género”. Esto es algo que repiten varias veces a lo largo del programa; lo que muestra que se quieren modernizar en estos temas a toda costa. Poner de relieve esto resulta coherente e inteligente dentro de un liberalismo global capitalista, que no sólo no discrimina por estas razones, sino que es trasparente e incluso gusta de estos nuevos nichos de mercado. En esta línea «progresista a la anglosajona», vemos también indicios de considerar a los discapacitados como “personas con capacidades diferentes”. Sin lugar a dudas, en este programa se puede entrever que, dentro del PP, había gente con visión de futuro. Esto se puede apreciar en ideas como la de que “la perspectiva de la discapacidad estará presente en todas las políticas”. La exageración también tiene su lugar en este programa. A su vez, encontramos una actualizada defensa de la familia, entendida como motor de la sociedad y como una ayuda indispensable para todos aquellos que lo pasaron mal en la crisis. Digo «actualizada» porque, ¡sorpresa!: hacen una mención muy explícita a los “nuevos modelos familiares”, siendo en este sentido progresistas y no conservadores. De hecho, también tienen en cuenta que pueden existir familias sin hijos.

Hablando ahora de justicia, seguridad y defensa, el tema preferido del PP, no superado todavía, es el tema de las víctimas de ETA. Afirman desde el principio que “España tiene una deuda impagable con todas las víctimas del terrorismo”. Esto resulta sencillamente ridículo; pero bueno, es innegable que es una táctica propagandística que les ha servido mucho. Es posible que quizá no olviden nunca la derrota de ETA. En este punto, siento que también se hacen un lío tremendo con la “memoria” y «la verdad histórica», como si una se apoyara en la otra, y viceversa. Esto, evidentemente, es siempre imposible: la memoria está llena de sesgos, omisiones e invenciones, pues está siempre mediada por pasiones; mientras que la verdad histórica pretende ser fría y objetiva. De esta manera, es impensable que pueda existir una buena relación entre las dos.

En el programa del PP, encontramos una mención extensa al problema del terrorismo islámico, sobre el que hablan utilizando el eufemismo de «radicalización». En relación a esta materia, queda claro que aún existe un enemigo al que temer; razón por la que se supone que los españoles nos debemos unir para votar al PP. Este llamamiento tiene sentido si atendemos a que ciertos progresistas, con su tibieza respecto a este problema, sirven en bandeja de plata el abanderar esta lucha a partidos más conservadores.

Y, como no podía ser de otra manera, están a favor del disparate de los llamados “delitos de odio”, los cuales sirven para manipular y censurar de una manera bien vista. Esto colisiona con su intención de evitar la “discriminación ideológica”. En cualquier caso, resulta muy esperanzador si lo miramos en contraposición a la “prisión permanente revisable”, la cual garantiza que, seguramente, te caigan entre 25 y 35 años. Por tanto, si te pilla con 30 años, viene a ser una cadena perpetua de facto. Menos mal que afirman defender la “inviolabilidad de las comunicaciones”. Por lo menos, de entrada, parece que la libertad de expresión en privado sigue estando asegurada.

Entrando en la parte del “talento”, que podrían haber llamado “educación” sin problema, no sorprenderá a nadie que se enfoque hacia lo técnico y lo meramente económico; considerando desde el principio a la institución de la universidad como “la verdadera palanca sobre la que impulsar la economía del conocimiento”. Aquí, vuelve a notarse que la jerga y racionalidad economicista está omnipresente. En este punto, resulta interesante que aterricen sus buenas intenciones en asegurar defender la propiedad intelectual. También resulta relevante destacar la estupidez que señalan respecto al deporte (que, sospechosamente, está muy cerca de la cultura), y al que consideran que sirve para que los más jóvenes “comprendan que el esfuerzo es la antesala del éxito”. Esto, tal y como venimos señalando una y otra vez, vuelve a estar en la línea del abarcador y constante pensamiento positivo mercantilista; pero es falso, en tanto que esforzarse es una condición necesaria, pero no suficiente.

El programa termina hablando de política exterior y dejando claras tres cosas: que son hondamente europeístas; que son aliados de Estados Unidos; y que tienen un problema conceptual con Hispanoamérica. Es muy claro el apoyo a la Unión Europea, llegando a asumir que rendir cuentas ante las instituciones europeas implica hacer cambios que legitimen democráticamente una pérdida de soberanía nacional. Tanto a nivel general como por estas cosas en particular, este programa no merece ser llamado fascista. Decir esto supone una ridiculez, pues demuestra el poco conocimiento de quien profiere este insulto tan manido. Después, sin lugar a dudas, formamos parte de la OTAN, y asumimos nuestro compromiso en las maniobras militares que dicha alianza implique. Por cierto, no hemos hablando de cuestiones de seguridad y defensa, porque creemos que considerar apoyar este tema como algo conservador es una asunción pueril y demagógica. Y, para terminar, debemos mencionar el lío conceptual con «Iberoamérica», «Latinoamérica», «comunidad hispana», y sus gentes (latinoamericanos, hispanos, etc.). Dependiendo de la frase, dicen una cosa u otra. Si bien es cierto que el referente es el mismo, la connotación de un término u otro es importante. Si no se querían mojar y perder los votos de alguien por el camino, una buena idea habría sido hablar de «Sudamérica» y «Centroamérica», siendo éstas las nociones topológicas más tibias y neutrales.

Visto el programa, podemos decir que el PP es abiertamente liberal en lo económico, pero sin llegar al neoliberalismo. Es evidente que, a lo largo del mismo, vemos que existe una tensión muy clara entre políticas que podrían llegar a ser contradictorias a la hora de defender el estado del bienestar. Después, sorprendentemente, en lo social es muy progresista, dejando el calificativo de conservador muy atrás. Por lo general, es un programa sensato y muy completo. La pena es que, a la altura de este artículo, aún nos falten las referencias del resto de los programas; los cuales iremos viendo de aquí a las elecciones. En cualquier caso, no creo que se diferencie en lo económico demasiado con el PSOE; salvo, quizá, en la retórica capitalista, que puede ser menos explícita. Tampoco en los temas sociales; aunque es muy probable que, en este punto, sean los socialistas los que pongan más el acento. Por lo demás, creo que cualquiera que lea este programa podría, no sin criticar muchos detalles, firmarlo. El problema es que el PP no ha estado, ni de lejos, a la altura de su propio programa.

El punto más triste son sus páginas sobre el papel del político, su compromiso y su lucha contra la corrupción. La historia ha demostrado que «del dicho al hecho hay un trecho». Al margen de que analizaremos el caso Gürtel en otro momento, está claro que hay una sentencia firme, y esto en política es algo muy grave. Volvemos, para acabar, al tema fundamental del programa: la economía. Para todos aquellos que creemos que la economía es importante, pero siempre como medio y nunca sólo como fin, subordinar todo, incluyendo la soberanía nacional y la defensa del estado de bienestar, que incluye no sólo los derechos individuales negativos, sino también los positivos y colectivos, es muy peligroso; pues puede conducir a que nuestro país termine en un futuro siendo también un lugar donde los diabéticos se mueran por no poderse costear la insulina.

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