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Viaje a la Luna (1902)

Nos encontramos de vuelta; y, sin perder un segundo, hoy empezamos con un ciclo de cine de ciencia ficción clásico para compensar el exceso de actualidad del curso pasado. También dedicaremos tiempo a otros temas, pero, para descansar, va a ser una temática recurrente en 2019 y en 2020. No, no vamos a volver a hablar de los partidos políticos; si alguien quiere saber nuestra opinión, que vuelva a repasar lo ya escrito y lea con más pesimismo y desesperación. Está bien meditar sobre el presente, pero demasiado presente puede llegar a no dejarnos ver el todo en un sentido más general y, además, en los tiempos que corren, darse una vuelta por ciertos lares es algo que deprime hasta al más curtido. Por esta razón, vamos a respirar un poco del mejor cine que ya está hecho y ver qué se nos ocurre atravesando el pasado, sobre todo, de cara a afrontar mejor el presente. En este sentido, todos los géneros cinematográficos tienen mucho que aportar, pero la ciencia ficción tiene un par de notas características que la hacen especialmente indicada para la reflexión.

Lo primero de todo es que, al proyectar una historia en el futuro, inevitablemente, sus creadores se deben involucrar respecto a cómo va a evolucionar el mundo que les ha tocado vivir, y esto implica una lectura crítica. Después, al poder retorcer la realidad a través de la ciencia futura, se pueden explorar circunstancias o historias realmente originales, lo cual aumenta la paleta de colores cinematográfica. Podríamos decir que la ciencia ficción, a través de un mensaje más evidente y claro que el que nos ofrecen otros géneros, nos permite entender la película en líneas generales; pero, a la vez, los matices de dicho mensaje se vuelven más complejos y difíciles de entender, dada la metáfora futurista que se emplea, que juega con elementos que son habituales dentro de la ficción, pero terriblemente alejados de cara al espectador. En cambio, un drama puede en un principio ocultar sus ideas en un entramado de relaciones y hechos más o menos mundanos, pero al final, mediante pequeños detalles, nos conduce a una interpretación clara y fuera de dudas.

Toda película de ciencia ficción es como un thriller del sentido de la historia que nos está contando; por eso “Blade Runner” es tan singular, dado que es suspense dentro de suspense. Por un lado, una historia se presenta como un enigma y, luego, entender el sentido del propio mundo futurista y sus metáforas constituye un nuevo acertijo. Los casos puros son más claros y a la vez más complicados: “Stalker”, “2001: Una odisea del espacio” o “Matrix” son ejemplos de esto. La historia que se nos cuenta sacada de la ciencia ficción es más o menos trivial, aunque con sus matices (dado que hablamos de grandes obras), porque donde se juega el premio gordo es en entender qué metaforiza el viaje cinematográfico que se nos muestra.

Por eso la ciencia ficción comparte con el cine experimental cierta mala fama, ya que se la considera, tanto por cultos como por neófitos, cosa de esnobs o de frikis. Ciertamente, tener el poder para modelar todos los elementos de la narración casi sin frenos fomenta la posibilidad de que se cuelen listillos y surjan infinitud de películas objetivamente malas y pretenciosas bajo el lema del ‘todo vale’. Y, al final, ya sea por el éxtasis intelectualoide de lo incomprensible o por la amalgama de efectos especiales y mundos imposibles, nos encontramos con que el mal cine independiente y de ciencia ficción siempre tendrá su merecido público, el cual alimentará dicha fama con sus actitudes. Como bien dijo Tío Ben: «un gran poder conlleva una gran responsabilidad»; y en cuanto a la libertad creativa, esto debe ser un dogma. Ya hablamos de la ficción en otro artículo y volveremos a hablar del tema, pero, dicho muy resumidamente, por mucho que se pueda jugar con la realidad en una narración ficcional, para que sea humanamente artística y fecunda nunca debe romper completamente con ella. Eso sí, de romperla, por lo menos debería hacerlo con sentido, estilo y elegancia; en ese caso, no tendremos una obra completa, pero, por lo menos, merecerá la pena haber invertido nuestro tiempo.

Esta introducción ha sido doblemente necesaria: primero, para explicar lo que está por venir; y segundo, porque la primera película que vamos a tratar, “Viaje a la Luna” (1902), no da para mucho (o, mejor dicho, da para mucho, pero resulta tremendamente difícil pensar sobre ella y decir algo que no haya sido dicho ya). En cualquiera de los casos, es un ejercicio sano enfrentarse una vez más a esta obra muda de los inicios del cine, de casi 13 minutos de duración, que resulta ser el primer ejemplo de ciencia ficción con todos sus elementos característicos presentes; pequeños, sí, pero bien delimitados.

Por un lado, cabe decir que nos encontramos ante una película completa: un guión con una historia con inicio y final, personajes, escenas y narrativa visual. Esto último es lo fundamental del cine, y se nota con muchísima claridad su presencia en este metraje desde la primera escena en la que aparece el detalle en el fondo del telescopio apuntando a la luna. Por tener, tiene hasta un pequeño chiste en la segunda escena cuando uno de los científicos se cae en un cubo. Por lo demás, la historia es extremadamente sencilla: unos científicos discuten sobre ir a la luna, mandan construir una bala, se montan en ella y son disparados con un cañón hasta la luna; allí pasan la noche, conocen a los nativos, se pegan con ellos y vuelven entre festejos. Parece que la historia no da para mucho, así que veamos qué nos puede sugerir la parafernalia futurista, es decir, qué aporta ir a la luna en el futuro en vez de ir a la ciudad vecina en el presente. A partir de aquí, todo ya ha sido dicho; hasta el punto de buscarle los tres pies al gato a los menos de 13 minutos de metraje. En cualquier caso, vamos a hacer un repaso a los detalles más claros, capaces de fundamentar que nos encontramos ante una genuina película de ciencia ficción.

En primer lugar, es evidente que los científicos son retratados caricaturescamente; siempre en un tono cómico y torpe (la mencionada escena del cubo es muy clara en este sentido). Luego, la pelea contra los nativos lunares tiene cierto grado de gratuidad y ridículo. Si a esto le sumamos la escena final del nativo atrapado al que le hacen bailar como un mono amaestrado y la pinta de la estatua que cierra la película, podemos apreciar que hay un tono burlón respecto a lo que está pasando. Podríamos interpretar que un mensaje que está de fondo es que los científicos son unos payasos engreídos y, de hecho, no está en absoluto desencaminado con lo que realmente ocurre. La cosa está avanzando de tal manera que, en el futuro, cuando podamos ir a la luna, iremos para poco más que echar una siesta y pegarnos; dado que, por mucho que la ciencia progrese, el ser humano no está progresando. Esta interpretación debe ser casi canónica por lo evidente que es. Es una película de 1902, así que basta pensar en Tesla o en cualquier científico de la época para ver que se está haciendo una caricatura evidente.

Otra cosa curiosa de esta película, que también es evidente en origen (resultando en los tiempos que corren especialmente indiscutible) es el papel de las mujeres. No es una exageración propia de principios del siglo XXI fijarse en la cuestión feminista. Teniendo en cuenta las pocas escenas y los pocos minutos de metraje a principios del siglo XX, el amigo Méliès está disparando con bala. Podría quedarse en una caricatura del científico en general, pero a ver si va a ser más bien una parodia de cierto estilo masculino orgulloso, creído, violento, etcétera. La pose de la última escena es clarísima en este punto. Veamos, pues, qué pasa con las mujeres en esta película y el lugar que desempeñan en la misma.

Así como en la primera escena aparecen trayendo los telescopios y las sillas, al final del metraje las vemos ofreciendo la ropa de ‘astronauta’. Al principio podríamos considerar que actúan como azafatas o sirvientas, pero después de la escena donde uno de los científicos se cae torpemente en el cubo, encontramos la toma del cañón, donde son ellas las que empujan la bala, apareciendo en el fondo de la composición como militares con rifles. Esto puede parecer anecdótico, pero cabe señalar también que, a su vuelta de la luna, aparecen desfilando. No olvidemos nunca que estamos en 1902. Una película que ridiculiza a unos hombres científicos y pone a las mujeres marchando como militares y haciendo el trabajo pesado no es ninguna tontería. Ya era rompedora la figura femenina en “Star Trek” (1966)… como para pasar por alto quien hizo esto a principios de siglo.

Así pues, concluimos que «Viaje a la Luna» ya era en 1902 no sólo una película completa, sino también la primera de ciencia ficción, al emplear la metáfora futurista para criticar el presente a través de su proyección futura. A su vez, nos encontramos con uno de los temas recurrentes del género: la crítica a la ciencia y a la sociedad que se enamora de ella por su promesa de progreso continuo. Todas las películas que vamos a traer en los próximos meses parten de estos principios y los desarrollan de muy diversas maneras, que esperamos poder pensar con todos vosotros. Bienvenidos otra vez a nuestro humilde blog, lugar sólo para lectores con inquietudes intelectuales y desde el que se defiende de manera ferviente que en la crítica está el gusto.

P. D.: Evidentemente, la película es libre y se puede disfrutar en Youtube.

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