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Love (2016-2018)

Si hay una serie a la que le tengo especial cariño, esta es, sin duda, “Love” (2016-2018). No os dejéis engañar por su título, un tanto minado, y haced el favor de verla. Protagonizada por Gillian Jacobs y Paul Rust (también co-creador y co-guionista), la historia ahonda en el proceso de conocer a alguien y en las muchas fases por las que puede llegar a pasar una relación desde que empieza hasta que se asienta. Si esta premisa no os resulta lo suficientemente atrayente, os puedo garantizar que tiene unos personajes inolvidables, sustentados por un guion irónico, ácido y original. Si ni siquiera todas estas razones os valen, espero que este análisis consiga generar algún interés en vosotros (aunque, si no la habéis visto aún, os aviso de que no me voy a cortar a la hora de hablar de algunas escenas; lo aclaro ya, por si preferís esperar a verla). Me da la sensación de que esta serie ha pasado desapercibida, por ser de Netflix y por tener un título y una portada que no destacan frente a infinitos contenidos absolutamente mediocres. Sin embargo, me parece que tiene mucho más fondo del que podría parecer en un principio. Por esta razón, así como por mi evidente predilección por los temas que trata, no descarto volver sobre ella en algún otro momento. Pero, por ahora, y sin más dilación, empecemos.

Mickey y Gus, los protagonistas de esta serie, se conocen por casualidad y en una circunstancia en la que ambos están pasando por un muy mal momento, tras haberlo dejado con sus respectivas parejas. Esta trama se va a ir cociendo a fuego lento, ahondando, entre otras cosas, en los primeros mensajes, en algunas desilusiones o en las falsas expectativas que acaban en decepciones. Plantea una crítica completamente atroz de las relaciones actuales, y profundiza en lo perjudiciales y dañinas que pueden llegar a ser ciertas personas. De hecho, a la propia Mickey, tan acostumbrada a estar en relaciones muy desagradables, le cuesta mucho al principio verse vinculada amorosamente con un chico como Gus, aparentemente bueno, cuidadoso y cariñoso. Y si digo lo de «aparentemente» es porque, si hay otra cosa digna de señalar de esta serie, son, sin duda, los personajes tan humanos que hay en ella y, por eso, también tan sumamente grises. Aquí, el que parece más bueno, tiene también sus cosas; y la que parece más desastre, igual no lo es tanto y lo que le ha faltado es más bien suerte. No os miento si os digo que son personajes —tanto los protagonistas como los secundarios— a los que echas de menos, y que, cuando les ves en la pantalla, no puedes sino alegrarte o sufrir con ellos. Igual sólo me pasa a mí, pero yo, que no soy una persona que suela visionar las cosas demasiadas veces, reconozco que con esta serie se produce una rara excepción. Cada poco tiempo tengo que volver a ella, porque la siento extremadamente cercana. Lo cierto es que, cuando pasan unos cuantos meses, añoro pasar tiempo con esta panda tan especial y, a la vez, tan cotidiana y real.
 
También me parece que es una serie que retrata extremadamente bien a ese tipo de personas que sólo acuden a ti cuando les conviene y con las que, sin embargo, no puedes nunca contar cuando las necesitas. La relación de amistad entre Bertie y Mickey refleja muy acertadamente cuánta descompensación suele haber en las relaciones de amigos. Además, no es una cuestión baladí planteada sólo en una ocasión a lo largo de la trama, sino que se repite en varios momentos, poniéndonos ante el espejo: ¿nosotros solemos ser aquellos que tendemos a perjudicar al resto o los que somos perjudicados? Creo que esta es una serie que mete el dedo en la llaga y que, por dicha razón, puede resultar en algunas ocasiones incómoda para ciertos sectores; de hecho, es posible que sea una de las razones que haya favorecido que no haya tenido tanta repercusión como yo considero que merece (es cierto que tampoco ayuda el doblaje, que es genérico, superficial y poco cuidado; así que, si os decidís a verla, optad claramente por la versión original). Todos sabemos lo poco que gusta que le pongan a uno frente a sus fantasmas o sus resentimientos, y esta serie consigue hacerlo a varios niveles. La cuestión es si uno es capaz de reírse de sí mismo o si, por el contrario, se cree más y mejor de lo que realmente es.
 
Bertie es un personaje sumamente peculiar, capaz de encarnar a esa amiga abnegada y sacrificada, que siempre está ahí cuando se la requiere. Al admirar a Mickey en exceso, Bertie acude siempre a sus llamadas, incluso cuando está en medio de algo importante. Y cada vez que Mickey le hace una faena —innumerables veces a lo largo de la trama—, no podemos sino sentirnos destrozados por dentro ante su inocencia y su generosidad infinita, que la hacen caer una y otra vez en la trampa, y que asume con una asombrosa fortaleza. Mickey, en cambio, representa al tipo de persona que está completamente descompuesta por dentro —por haber estado metida en relaciones sumamente dañinas y, para colmo, por ser una persona con tendencia a las adicciones—, y que actúa como si el mundo girara únicamente en torno a ella. Sin embargo, no podemos dejar de sentir compasión por ella, porque sabemos que lo que hace no lo hace por maldad, sino por miedo, desconfianza o incapacidad. Es lo fascinante de esta serie: crear unos personajes con tantos matices, que a veces les adoras y otras les quieres matar. Aquí no hay héroes ni villanos, sino que en todos los personajes encontramos una buena mezcla de bondad y maldad; o, más bien, de intentar hacer las cosas bien y de liarla por el camino.
 
Por eso, podemos decir que Gus también tiene su parte: es una persona que está tan sumamente preocupada en ser bueno y en quedar bien, que, en ocasiones, se mete en circunstancias que no desea, pero que ha sido él mismo quien ha dado pie a que se produzcan. Al final, también hay mucho de esto en el capítulo en el que van a visitar a la familia de Gus, pues ahí surge de manera más evidente cómo miente y se escabulle de ciertos problemas y cuestiones porque no quiere meterse en líos y prefiere que la gente esté lo más contenta posible. El problema es que a Mickey todo eso de estar entre secretos y cosas que no se dicen le molesta sobremanera. Sin embargo, también Gus es una persona que no se calla las cosas y las suelta tal y como son, aunque siempre con un tono calmado y como pidiendo disculpas (exceptuando, claro está, los ataques de ira que le dan en alguna que otra ocasión). De alguna manera, Gus se muestra menos sincero que Mickey, pues siempre aparenta que todo va bien, aunque se le note a leguas que no es cierto. Además, al ser sumamente expresivo, lo que deja entrever con sus gestos y muecas es, en algunos momentos, contrario a lo que enuncian sus palabras. Mickey, en cambio, es más directa de entrada, lo que también es verdad que, a veces, resulta algo brusco y desagradable; pero, al menos, se la ve venir desde lejos. De hecho, este es uno de los problemas que van a dar pie a algunas discusiones a lo largo de la trama. Al final, lo que a uno le sobra, al otro le falta, y viceversa.
 
Esta serie muestra cómo hay personas que siempre han estado con gente que las ha tratado mal y que no las ha querido lo suficiente y, por eso, les cuesta mucho, cuando alguien bueno aparece en sus vidas, darse cuenta de que realmente les importan y que no todo es una farsa para intentar sacar algún tipo de provecho. Eso es lo que le pasa en un primer momento a Mickey cuando conoce a Gus: de entrada, busca excusas para hacer como que no sabe que a él le gusta; pero también es porque ella no quiere asumirlo tampoco. ¿Desde cuando ella sale con gente agradable, que la trata bien, que la cuida? Al final, “Love” es un poco eso: cómo alguien al que han fastidiado mucho a lo largo de su vida se da cuenta de que hay quien le puede querer bien y de manera sana. El camino que supone descubrir esto, así como las diferentes fases por las que pasa una relación desde que conoces a alguien hasta que decides empezar a vivir tu vida con esa persona, es esta serie maravillosa, que no sé cómo no ha tenido el público que se merece.
 
También en “Love” se plantea el gran problema de sustituir la verdadera intimidad y las relaciones profundas y sinceras con parejas ocasionales que te dan sólo la parte ‘buena’ o más fácil de una relación, pero que, sin embargo, acaban haciéndole sentir a uno vacío porque no mantienen ningún tipo de vínculo y, por tanto, no garantizan ninguna confianza, cariño o amor. De alguna manera, cuando alguien sabe que hace las cosas mal y que tiene una tendencia a meter la pata y, de repente, conoce a alguien decente, gracioso y agradable, puede tener el impulso de alejarle, porque no quiere hacerle sufrir. Este es otro de los puntos clave a destacar. Cuando uno es consciente de que no está bien, puede hacer como que no pasa nada o puede asumir que tiene un problema y, entre tanto, dar cuenta del mismo en sus relaciones con los demás. También ese proceso desde que uno se percata de la cantidad de cosas que ha hecho mal en su vida, por inercia, pereza o inmadurez, hasta que quiere tratar de hacer las cosas ligeramente mejor, aunque sin saber si propiamente puede hacerlo o si tiene una tendencia casi inevitable a fastidiar todo lo bueno que hipotéticamente puede pasarle, es constante a lo largo de esta serie. Desde luego, aparece sin olvidarse de todo lo que eso conlleva y de la cantidad de dificultades inmersas en esa ‘evolución’. No es tan sencillo pasar de llevar una vida complicada a conocer a alguien razonable y, aparentemente, buena gente. Tu vida no va a pasar a ir como la seda de la noche a la mañana. Es mucho más complejo que esto y, por lo tanto, pasará por muchas fases hasta que se asuma, se consienta y se reconozca.  

Si algo destaca esta serie es cómo hay quienes se esfuerzan una y otra vez en hacer difícil lo que supuestamente debería ser sencillo. Pero también en cómo las expectativas que ponemos en el encuentro con alguien no juegan a nuestro favor, sino, más bien, lo hacen en contra. En muchas ocasiones, tenemos tantas ganas de que alguien al que acabamos de conocer y nos gusta o alguien al que queremos disfrute de algo que a nosotros nos encanta, que nos irrita mucho cuando justo ocurre lo contrario. Pero es una injusticia tremenda molestarnos por ello. Tendemos a proyectar cómo nos gustaría que reaccionara el otro ante circunstancias que, previamente, ya nos hemos planteado en nuestra cabeza; y, por eso, cuando no actúa tal y como nosotros esperábamos que lo hiciera —basándonos en meros deseos nuestros, por supuesto—, nos enfadamos y nos sentimos mal. Esto aparece reflejado de manera muy interesante en la conversación que tienen en el coche, después de que Gus lleve a Mickey al “Magic Castle”.
 
Siguiendo con algunas otras escenas con las que más disfruto, me quedo con esa en la que tiran los Blu-ray, aludiendo que en casi todas las películas, libros y canciones se nos tiende a vender un amor —que evoluciona, que mejora— que dista de ser luego el que nos solemos encontrar en la vida real. Aquí, nuevamente, vuelve a aparecer el tema de las expectativas, que resulta tan fundamental a lo largo de toda esta serie, y que al final nos muestra claramente la apuesta por la que finalmente se decanta “Love”: quédate con alguien que, a pesar de disfrutar con tus cosas buenas, también sea capaz de aguantar las no tan buenas e, incluso, ayudarte con las peores, asumiendo el conflicto y sufrimiento que eso conlleva; y sé capaz de hacer tú lo mismo. Nadie es perfecto, no existen medias naranjas ni nada parecido. El amor, lejos de todo eso, requiere ciertos esfuerzos y sacrificios; pero, por supuesto, si se hacen, es porque se considera que merece la pena. Otro de mis momentos preferidos es cuando cantan “Blister in the sun”, de Violent Femmes, durante la visita al “Magic Castle”. La manera como se miran y disfrutan de ese momento ya apunta hacia dónde se va a ir moviendo todo. De hecho, si creo que hay otra cosa que define mucho la relación de Gus y Mickey, a pesar de que a veces se les vaya un poco de las manos y tengan discusiones bastante acaloradas, es cierta ternura y complicidad. Tampoco puedo evitar hacer alusión al bailecito que hace Gus después de que Mickey le dé el primer beso cuando él está subido en su coche para irse (tras el desencuentro con Bertie en la cita); o la cara que pone Gus cuando Mickey le propone ir a tomar algo, después de haberla escrito tras estar en un bar/mercado de carne —como él mismo le llama— con sus amigos, y está sonando de fondo “No hard feelings”, de The Avett Brothers.

Si hay otra escena que me gusta especialmente es aquella con la que se cierra la primera temporada; pues, de alguna manera, y tras tantos encuentros y desencuentros, es una apuesta por intentarlo. Sin embargo, más divertido aún es cómo se abre la segunda, ya que resulta, ante todo, bastante inesperado. También, de ese primer capítulo de la segunda temporada, reconozco que tengo cierta predilección —aunque no puedo justificar demasiado los motivos— por cómo se miran durante la conversación en la que hablan de cómo eran hace ya unos cuantos años, y después de que Gus le cuente a Mickey que él fue rey de la fiesta de bienvenida en el instituto —para justificar que no era tan pringado como Mickey supone y, de hecho, como siente él que es ahora—, y cuando Gus le enciende a Mickey un cigarro cuando están en la azotea. (Me parecería justo que, tras estos detalles tan nimios, considerarais que tengo un problema serio.) Además, el cierre del capítulo con la canción “What makes you think you’re the one”, de Fleetwood Mac, me parece la guinda del pastel. También me gusta mucho cuando, en el capítulo 9 de la tercera temporada, Gus le dedica “Gran Torino” a Mickey (por cierto, hago alusión aquí a lo memorables que son todas las canciones que Gus y sus amigos hacen para aquellas películas que no tienen). Y esto es por elegir algunas, porque hay otras tantas: cuando toman hongos alucinógenos, la cita de Gus y Bertie, cuando se van de escapada a Palm Springs, etc., etc. Y, por supuesto, también el día que van a la playa y que están en ese punto tan delicado que tiene lugar cuando las cosas van demasiado bien como para continuar de ese modo por mucho más tiempo, y uno tiene miedo de que pase algo inminente que haga estallarlo todo por los aires.
 
Eso sí, resultan a su vez muy recurrentes las disputas en relación a cómo Gus, que intenta comportarse de la mejor manera con Mickey, a veces fracasa en dicha empresa. Esto se explica, entre otras cosas, porque, aparentemente, son bastante diferentes o, más bien, han llevado vidas o se han relacionado con distintos modelos de personas. Estos asuntos, por ejemplo, se tratan en discusiones como la que tienen después de pasar unos días en la mansión que cuida Gus, o cuando Mickey se pone mala y luego acaba por ponerse malo también él. Sin embargo, por mucho que eso sea lo que parezca, y que les cueste mucho ir encajando estas cuestiones a los dos a lo largo de la trama, lo cierto es que ambos estaban completamente solos y decepcionados antes de encontrarse. Gus, de alguna forma, y porque sabe con qué tipo de chicos se ha relacionado Mickey, tiene miedo de parecer pesado y de estar siempre encima de ella, y eso le hace a veces actuar de una manera diferente a como naturalmente lo haría; pero, al mismo tiempo, Mickey, por mucho que quiera deshacerse de ese tipo de relaciones, no está tampoco nada acostumbrada a que alguien se preocupe por ella. En este tira y afloja se desarrolla gran parte de la trama. La escena de la discusión al final del capítulo en el que ambos están enfermos me parece magistral, así como muy adecuada la canción con la que se cierra el episodio: “I like the way this is going”, de Eels.
 
Otra de las cuestiones más interesantes que resalta esta serie es cómo uno, cuando está con alguien, necesita tener ciertas garantías, algún grado de compromiso; y este es otro de los aspectos que más cuesta conseguir hoy en día (o quizá siempre haya sido difícil). Las relaciones deberían sustentarse en algo en común que resguardar de cara al futuro, y no meramente estar dispuestas a aguantar el presente más inmediato, sin tener en cuenta o sin querer mirar más allá, por egoísmo, miedo, inmadurez o un afán desmedido de independencia y autosuficiencia. También, desde luego, las relaciones, para preservarse, deben obtener su sustento de la confianza y de la esperanza en el otro; y saber que uno jamás podrá estar con alguien que cumpla específicamente con todas las virtudes que a uno le gustaría encontrar; pero es que tampoco dichas capacidades las podemos hallar en nosotros mismos (de hecho, al final, lo primero es dilucidar si uno mismo es digno de ser amado). De algún modo, también se trata de conseguir juntarnos con alguien que sintamos que nos hace mejores, que nos ayuda con nuestros puntos más flacos, y que nosotros también tenemos algo que aportar respecto a los suyos. Todas las relaciones tienen una manera particular de funcionar, pues es evidente que, por mucho que las virtudes y los defectos estén extremadamente repetidos en todos las personas, lo cierto es que en cada una de ellas aparecen de una manera estrictamente particular y singular, y es por eso que encontrar la clave para que dos personas sean capaces de congeniar requiere de un cierto tiempo y de bastante reflexión y análisis por ambas partes. Pero yo creo que esta es una cuestión fundamental a la hora de mantener cualquier tipo de relación. En cambio, cuando lo que hacemos es querer que el otro actúe bajo nuestros deseos caprichosos, o queremos que el otro tenga cualidades o no cuente con defectos que, de facto, tiene, no hay manera de que eso llegue a buen puerto.

«Love» es una serie donde las miradas, los silencios y las canciones están perfectamente escogidas. Una serie capaz de ahondar en lo complicado de estar solo, pero también en lo molesto que resulta que la persona con la que estás no te de ni un ligero espacio para respirar y estar con tus cosas (resulta muy interesante a este respecto la relación entre Bertie y Randy). Al final, como lo que hace un momento señalábamos, es cuestión de encontrar el término medio: el saber estar juntos, pero el saber también estar cada uno por separado. El no entrometerse en cada aspecto y asunto de la vida del otro, y en dejarle también sus momentos de soledad. A su vez, “Love” muestra lo complicado que en ocasiones es, cuando convives con otras personas, tener que aguantar a sus respectivas parejas en momentos en los que no te apetece absolutamente nada ser agradable o tener que cruzarte con alguien ajeno (aquí ya se sabe que hay tres tipos de personas: los que jamás pueden despegarse de sus parejas, incluso aunque aún no vivan con ellas; los que las separan de todo como si su vínculo con ellas y con el resto del mundo constituyera realidades paralelas; y los que consideran que se puede hacer una feliz mezcla, dependiendo de las circunstancias).

Sea como fuere, esta serie no sólo va de amor y de relaciones, sino que también plantea otros serios problemas, como el alcoholismo o el uso excesivo de los móviles. La manera de tratar ambas cuestiones me parece acertada, sobre todo porque ahonda en aquello que se suele ignorar en los contenidos audiovisuales más recientes. De hecho, me parece interesante que el alcoholismo no sea representado aquí de la típica manera, sino que esté encarnado por alguien joven y que, aparentemente, tiene el futuro y la vida —o, al menos, en parte— bastante ordenados. Al final, lo que le ha llevado a esa persona al alcoholismo no es otra cosa que juntarse con personas de bastante baja calidad moral, el tener una cierta tendencia a la adicción (aunque esto, a fin de cuentas, es más habitual de lo que nos gustaría reconocer, aunque adquiera distintas maneras de representarse) y, finalmente, el aburrimiento y el tedio. Cuando uno se ha alejado de la necesidad (al tener una vida cómoda y al no tener que luchar con uñas y dientes cada día por comer), inevitablemente se acerca a una mayor cantidad de acomodado tiempo libre y, por ende, también a una facilidad superior de caer en la desgana y el hastío. Asimismo, a día de hoy, donde hay tantísimas maneras de sacar a pasear los placeres sensibles y de llenar nuestra vida de lujos innecesarios, esta pesadumbre se hace increíblemente notable. Y de esto a la adicción a la bebida hay un simple paso, además de una especie de convención social de que es un tema poco grave, por ser algo a lo que casi todo el mundo dedica buena parte de su vida en sociedad (la cual, por cierto, suele ser bastante amplia en comparación con aquella en la que está solo).
 
Si atendemos ahora a la cuestión de los móviles, no podemos sino destacar el gran trabajo que se ha hecho a este respecto, por haberlos integrado de una manera tan natural y por conseguir que no molesten en absoluto, ya que así es como propiamente funcionamos casi todos a día de hoy. Lo cierto es que, por increíble que parezca, las películas y series de los últimos tiempos, donde ya los móviles son como una mera extensión de nuestra persona, no han querido darles el peso que habitualmente estos tienen en nuestras vidas o, cuando lo hacen, resulta algo artificioso, porque parece un mero instrumento utilizado sólo a ratos y que no adquiere ningún sentido en la historia (muy lejos de lo que ocurre realmente). Por eso, entre otras cosas, creo que “Love” también consigue darle una vuelta a esto y ser capaz de incorporarlos como una cosa más, así como dejar que muchos de los hilos conductores de la trama vengan entretejidos por los mensajes —o por la ausencia de ellos—. El móvil, a fin de cuentas, no sólo sirve como elemento de distracción absoluta y total, sino que además nos hace enganchar una cosa con otra y no dar tiempo a que nuestra cabeza repose el exceso de información —o la completa falta de ella—. El móvil se ha convertido en una facilísimo recreo que nos permite tener al alcance de nuestra mano un continuo e ininterrumpido pasatiempo al que tenemos una tendencia constante a acudir, dado el sopor en el que nuestra vida se haya inmersa. Y, además, a esto se le suma que uno ya no sólo debe enfrentar las relaciones cara a cara, sino que encima tiene otras mil diversas formas de abordar el trato con las distintas personas bajo la racionalidad específica que requiere este dispositivo, desde el que se revela una muy diferente manera de funcionar.
 
Me cuesta enormemente analizar una serie tan sumamente rica en detalles, y tan irónica y dura. Creo que cuando uno la ve no puede dejar de reconocer en cada uno de los personajes a personas que él mismo conoce o que sabe que existen —o a uno mismo, sin ir más lejos—. La reflexión que hace sobre el amor en los tiempos actuales, que tan mal casa con personas excesivamente débiles, pero que se alzan como fuertes, es prodigiosa. La necesidad de buscar un amor más profundo, sincero, sin sorpresas ni escándalos está muy bien reflejada. Sin embargo, también plantea lo difícil que es a veces asumir que uno ha encontrado a alguien que está ahí para lo bueno y para lo malo, que no te deja en la estacada, al que puedes acudir y que sabes que no te va a dejar tirado. En un mundo donde la mayoría de las personas se burlan de quien se comporta de esta manera, y donde las relaciones de pareja han pasado a ser más bien meras relaciones de conveniencia, creo que “Love” busca dar un paso atrás y ver qué nos estamos dejando por el camino, qué hemos perdido en ese afán de creernos tan independientes y libres. Pero jamás descuida las dificultades de las relaciones de pareja reales y sinceras: asumir las particularidades y defectos de uno y, sobre todo, no olvidarnos tampoco de los nuestros.
 
Esta serie critica muy firmemente cómo la vida es mucho más dura y contiene infinitamente más sufrimiento del que se acostumbra a reconocer, y cómo, sin embargo, nadie nos avisa de todo esto. Sólo nosotros, a medida que los años pasan, nos damos cuenta de que el camino de rosas que acostumbraba a ser en muchas ocasiones nuestra vida deja de serlo de la noche a la mañana, y que no irá a menos, sino, en todo caso, a más. Uno vive su juventud creyendo que tiene todo al alcance de su mano y que la vida está reducida al mero disfrute de los placeres…, pero llega un momento en el que ese sentimiento se calma y uno se da cuenta de que, lejos de eso, la insaciabilidad que constantemente buscamos y que anhelamos no cesa jamás. Por tanto, uno debe acostumbrarse a vivir con ella. Y esto, como uno puede imaginar, se aplica por supuesto a las personas y, por lo tanto, también a las relaciones que establecemos con ellas. Por eso, resulta imprescindible observar cómo actuamos los hombres y, en la medida de lo posible y como una manera de sufrir menos, tratar de reducir al mínimo esta constante insatisfacción en la que casi todo el mundo se haya inmerso, y que, quien más y quien menos, se intenta rellenar de infinitas maneras. Además, a esto se le suma la insalvable relación entre lo que uno pensaba que iba a ser su vida y lo que finalmente acaba siendo. Gran parte del grupúsculo que conforma esta serie son personas que no están donde se supone que deberían estar o donde se esperaba que estuvieran con esa edad (alrededor de los 30 años). También se plantea en «Love» —sobre todo, apoyándose en el personaje de Gus— la facilidad con la que se ve uno envuelto en un trabajo que odia, sin tan siquiera haber intentado hacer aquello que siempre ha querido hacer y en lo que cree que es válido y habría podido aportar algo. Y, bueno, lo cierto es que asumir esto no es tarea fácil, pues lleva consigo mucha frustración, dolor y malestar. ¿Cómo, en ese estado, puede uno empezar una relación honesta y que funcione bien? Desde luego, es todo un reto.  
 
“Love”, finalmente, es una apuesta en contra de las relaciones superficiales y egoístamente interesadas, a través del desarrollo del conocimiento mutuo de dos personas que saben lo fastidioso que puede llegar a resultar la vida en la época del continuo cambio. Además, la ciudad de Los Ángeles actúa como un fondo interesante, ya que emerge como un muy buen ejemplo de escenario idóneo para personas ‘independientes’ y que no buscan congeniar profundamente con nadie. Sin embargo, ahí es donde tienen cabida todos los personajes que aparecerán a lo largo de la trama, los cuales distan de sentirse a gusto en este entorno, aunque algunos lo camuflen mejor que otros. De hecho, esta es una serie que creo que tiene momentos clave, donde los protagonistas se quitan sus máscaras y muestran cómo se sienten realmente. Y se agradece que esto pase…, ya que, muchas veces, cuando nos quedamos en la mera apariencia de lo que conocemos de algunas personas, nos da la sensación de que tienen la vida infinitamente más resuelta de como la tenemos nosotros; pero, francamente, esto es una mentira, un engaño que uno se cuenta a sí mismo y que sabe representar muy bien de cara a los demás, aunque luego esté tan solo y se sienta tan triste como el resto. Creo que “Love” se esfuerza una y otra vez en mostrar esa otra cara, y ya por eso tiene ganado gran parte de un merecido reconocimiento, al menos por mi parte.
 
Puede que algunos consideren que en esta serie no pasan demasiadas cosas, pero supongo que sólo serán aquellos que crean que el proceso de conocer a alguien no es lo suficientemente interesante y profundo como para ser lo único que sustente una trama. No es mi caso. De hecho, creo que con pocas localizaciones, no demasiados personajes, algo que contar y un guion sólido y con humor, uno tiene suficiente material como para hacer algo valioso. Además, la química evidente entre sus dos protagonistas hace el resto. No le quito ni le pongo nada: su duración es la justa y necesaria. Y, encima, tiene una escena final sencilla, a la par que poderosa, que cuando acaba le deja a uno con el vacío propio de las obras significativas. No creo que se le pueda pedir mucho más a una serie. Haceos un favor y vedla, de verdad.

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