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Alice: Otherlands (2015)

Hoy terminamos el repaso de la obra de American McGee con una crítica —o, mejor dicho, con unas críticas— a los dos cortos que componen el proyecto de “Alice: Otherlands” (2015): “Leviathan” (2015) (aquí lo tenéis subtitulado) y “A Night at the Opera” (2015) (también con su versión traducida). A su vez, aprovecharemos además este espacio para comentar el estado actual de la cuestión y qué es eso de “Alice: Asylum”. Esto no debería durar demasiado, así que, sin más dilación, comencemos.

Pero, antes de meternos de lleno en el tema que nos ocupa, conviene comentar un par de cosas sobre el contexto. El señor McGee acaba de cosechar un éxito sin precedentes en su carrera con “Alice: Madness Returns” (2011) y se ve con fuerzas para arrancar su proyecto definitivo de manera totalmente independiente. Él, que cree tener material suficiente para una trilogía, comprende, después de dar un par de bandazos, que no va a conseguir el suficiente presupuesto para hacer el videojuego de sus sueños. Llegados a este punto, decide tantear las aguas con una propuesta mucho más humilde, a través de una campaña de micromecenazgo en Kickstarter, y realiza una serie de cortos en torno a su criatura con una premisa la mar de interesante y no menos arriesgada que la idea inicial. Al parecer, su protagonista en cada uno de estos cortos entraría en la cabeza de diferentes personajes históricos y ahondaría en ellos mediante unas piezas que pretenderían —y esta palabra es importante— ser todo un alarde de introspección y de virtuosismo estético. La campaña va bien, recaudan 222.377 dólares gracias a 3.389 mecenas, y American McGee se organiza alrededor de sus colaboradores habituales, entre los que destacan los directores de ambos cortos, siendo conocido Edward Goin por hacer las escenas animadas en dos dimensiones de “Madness Returns” y Troy Morgan por realizar el primer aperitivo.

Comencemos por “Alice Otherlands: Leviathan”, de 8 minutos de duración. La historia nos pone ante la tesitura de un encuentro entre Alicia, ya en la veintena, y Julio Verne… Se montan en un cohete y, mientras se repasan torpemente algunas de las escenas más famosas de los libros del susodicho escritor…, no llegamos a acceder más que a un un primerísimo acercamiento al tema de mayor interés de este corto, a saber, la repercusión de las ideas de Verne en la ciencia y la tecnología posteriores. Una aproximación, por lo demás, pretenciosa, que se apoya en una animación en tres dimensiones que imita malamente el estilo nipón y que no deja nunca de ser muy justita. Estaríamos, siendo generosos, ante un cortometraje de 3 sobre 10 del que creo que es imposible rascar nada más de lo aquí dicho. Resulta comprensible, visto lo visto, que el propio Edward Goin no ponga esta pieza en su web y que ahora se dedique, según su tuiter, al «Digital Design for Biotech, Pharma, & LifeSci Investment» o, por lo que leemos en su linkedin, a «Powerpoint Presentations & Decks; Web Design & Development; and Logos & Branding — for Investors, Biotech, Biopharma, Pharma, Investor Relations (IR), and Public Relations (PR)». No tengo claro si en tales menesteres dará el nivel, pero lo que sí que tengo cristalino es que supo ver cuál no era su camino.

Terminamos con “Alice Otherlands: A Night at the Opera”, de 5 minutos y medio de metraje. En este caso, viene de la mano de Troy Morgan, que no sólo tiene unas pinturas interesantes en su web —cuenta, asimismo, con alguna cosa digna en su instagram—, sino que, además, también ahí está enlazada esta pequeña pieza audiovisual. Esto último podría tener algo de sentido si sólo nos fijáramos en el apartado técnico, pues no podemos negarle una cierta habilidad con la animación fotograma a fotograma —o stop motion, para los que estéis muy perdidos—; pero…, por lo demás…, no hay nada…, nada de nada: asistimos a una acción sin fondo alguno, más allá del esquema básico de toda historia, y que, por tanto, no puede aspirar a más de un 3’5. Evidentemente, en comparación con el anterior, hay que reconocerle cierto mérito —de ahí que le pongamos medio punto más—, pero, vamos, parece más bien una muestra de capacidades cinematográficas para su portafolio como artista que algo valioso de por sí.

En conclusión, lo que podemos sacar en claro de “Alice: Otherlands” es que American McGee paga muy bien a sus amigos. Eso sí, para dar una de cal y otra de arena, tenemos que admitir que fue un detalle de pureza colgar todo al final de la campaña; siendo lo mejor, sin lugar a dudas y tristemente, el trabajo de arte que rodeó al proyecto —donde la banda sonora se merece una mención especial—.

Alice: Asylum

Si algo le gusta a nuestro amigo American McGee es montar lío; así que, como el Kickstarter le fue bien, se planteó dar el siguiente paso. En el fondo de su corazón debía saber muy bien que su irrupción en el mundo del cine no tenía mucho recorrido, por lo que, de manera muy inteligente, se volvió hacia lo que teóricamente sabía hacer. Ya era hora de mostrar al mundo aquello de «quiero ser el próximo Walt Disney, sólo que un poco más retorcido»: era el momento de cerrar la trilogía. Pero, claro, como nos gusta tanto vivir bien como pagar bien, una campaña cerrada resultaba demasiado agobiante… Gracias a Dios, para estas situaciones se había inventado Patreon y el viejo truco de la promoción comercial —o merchandising, para los que tenéis frito el cerebro de tanto vivir en la esfera anglosajona—. Con una línea de ropa para aquellas a las que les gusta dar el cante por la calle y la promesa de traer al mundo su obra maestra videojueguil, lleva desde 2017 trajinando; y, a día de hoy, a la altura de mayo de 2022, cuenta con 3.135 mecenas. Un servidor, después de casi cinco años, no apostaría por que fuese a salir de ahí nada potable en lo que refiere a un videojuego de primer nivel, pero lo que sí desea es que, por lo menos, termine subiendo todo en abierto y podamos disfrutar algún día de los frutos de la calma y del dinero. Acordaos de “Star Citizen”, sus más de 400 millones de recaudación desde 2011 y lo poco que nos han dado… En comparación, McGee, hasta la fecha, ya nos ha traído bastante más ¡y por mucho menos!

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