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Cinefórum “Picture a Scientist” desde epistemologías feministas (Conferencia 2021)

Con más de seis meses de retraso, volvemos con nuestros artículos sobre eventos universitarios a colación del cinefórum del lunes 8 de noviembre de 2021 que tuvo lugar en la Universidad Complutense de Madrid y que fue de la mano de Paula Nieto Montero (Ingenias), Isabel Gloria Gamero (UCM), Ángeles Jiménez Perona (UCM), Saleta de Salvador Agra (UCM) y Laura Nuño de la Rosa García (UCM); siendo esta última la responsable del proyecto 331: “Filosofía, Ciencia y Cine: perspectivas feministas”, que es el que está detrás de esta conferencia. Para los bisoños por estos lares, este tipo de artículos no son ninguna novedad: en el pasado ya trajimos uno sobre una charla de Sandel y otro acerca de un seminario coordinado por el profesor Duarte Calvo —y no, no es una casualidad que aquel seminario comparta web (https://filosofiaa24imagenesporsegundo.com/) con el cinefórum que traemos hoy—. Sin más dilación, entremos en materia.

En el mismísimo Paraninfo de la Facultad de Filosofía, con más de 385 puestos de aforo máximo, nos encontramos 17 espectadores (hay días que éste nuestro humildísimo blog tiene más). De hecho, resulta muy divertido comprobar cómo otras conferencias que están hasta arriba deben contentarse, por el contrario, con tener lugar en el Salón de Grados, con apenas 74 puestos. La cosa empieza con un «bienvenidas, bienvenidos» —echamos de menos el ‘bienvenides’— y un discursito introductorio que culmina con el deseo de crear, después de la proyección, un diálogo entre «nosotras». Y como lo que vino después fue el documental, puesto directamente de Netflix, vamos a dedicarle la crítica que se merece.

Apenas han pasado dos minutos del metraje de “Picture a Scientist” (2020) y ya nos encontramos llorando a Jane Willenbring, de 43 años de edad, porque tiene claro que su hija, de 3, lo va a pasar ‘tan mal’, dentro de 20, como lo ha pasado ella. Llegamos a los tres minutos de documental y nos comentan que un 29% de los científicos y los ingenieros son mujeres, algo que consideran inaceptable; señalando la existencia del machismo y del acoso sexual hacia las mujeres como las únicas razones posibles para que no se dé la paridad (evidentemente, no se hace alusión alguna a la llamada «paradoja de la igualdad de género» ni a los estudios en niños sobre si se fijan más en cosas o en caras; por no hablar de cuestiones como la competitividad del macho, la polémica «hipótesis de la variabilidad masculina» o matices, de orden pragmático, como el que señala que los varones pueden ser más propensos que las mujeres a hacer sacrificios sociales o familiares de cara a buscar el éxito laboral). No hemos llegado a los 10 minutos y ya nos encontramos a Nancy Hopkins —a la cual agradecemos que no nos busque conmover con sus lágrimas— comentando un incómodo encuentro con un superior, que bien se podría calificar de acoso sexual. Sin embargo, lo sorprendente y problemático es que, a partir de este momento del documental, que te toquen sin tu permiso los senos podría caer dentro del mismo saco que recibir un correo ‘inapropiado’ o que cualquier gesto mínimamente molesto proveniente de un varón —y no vamos a entrar en eso que ella afirma de que, como en los años 70 ‘no existía’ el acoso sexual, no hizo nada…—. ¡La verdad es que es maravilloso ver a estas ‘mujeres ejemplares’ dar una muestra tan edificante de valentía, fuerza y asertividad! Eso sí, para nuestra tranquilidad, Jane Willenbring nos deja claro que también le preocupan el medio ambiente y demás cuestiones que tienen que ver con la «resiliencia» y la «adaptabilidad».

En esta misma línea —y os prometemos no dedicar más de dos párrafos a este maravilloso documental que ronda el 1’5 sobre 10—, se deduce poco después que al menos el 50% de las mujeres ha sufrido alguna vez acoso sexual —lo que nos parece poco si tenemos en cuenta la definición que barajamos—, mientras que Jane Willenbring sigue deleitándonos con su drama personal y nos cuenta cómo un superior la insultaba descaradamente y la tiraba piedrecitas cuando hacía pis en medio del Ártico. Todo esto la llevó a evitar beber agua y a orinar sangre, reconociendo también que, desde entonces, tiene problemas de vejiga… En fin, todo un ejemplo de mujer, ya sabéis: está siendo valiente y nos está mostrando esta terrible situación delante de una cámara. Ya, a partir de aquí, escuchar a la histriónica e insoportable Raychelle Burks hablar, también llorando, de sus problemas de negra, sin serlo (más allá de tener el pelo rizado), no nos sorprende —aunque nos conmueve infinitamente que no se sienta como ‘uno más’—. Tampoco nos extraña nada constatar la manera en la que utilizan las estadísticas, colocando a los hombres blancos, a las mujeres blancas y a las negras, pero no a los hombres negros. Nos encontramos ante una pieza de propaganda desvergonzada, que toma las verdades que le interesan y las juzga como le da la gana, al tiempo que siempre apela a casos particulares lacrimógenos para intentar manipular emocionalmente al espectador. Claro que sí…: esto, y no otra cosa, es lo que se debe dar en Filosofía.

Podría desarrollar mucho más mi aparato apisonador, pero no os voy a hacer perder más el tiempo. Lo único que sí voy a dejar en el aire son un par de preguntas que me suscitó el visionado de este documental, fruto de los caprichos de unas feminoides con muy mal gusto cinematográfico:

Para empezar: ¿Está mal que un profesor intente ligar con sus alumnos? Y viceversa: ¿Está mal que los alumnos intenten ligar con un profesor?

Otra: ¿Es reprochable que una mujer intente aprovecharse de su atractivo para camelarse a un hombre débil y sacar algo de él? ¿Y lo contrario? O más exagerado: ¿Está mal que exista un intercambio pactado, de manera explícita o implícita, entre dos mayores de edad en el que una de las partes ofrece algún tipo de favor a cambio de otro?

Por último: Incluso entre varones, sin llegar a lo sexual, ¿cómo consideramos la relación entre los profesores y los pelotas?

Comienza la parte de las ponencias con Ángeles Jiménez Perona, que nos comenta que está trabajando en una cosa llamada «teoría del punto de vista feminista» y que va a apoyarse en la crítica a las instituciones que hacen Marx, Engels y Lukács. Después prosigue con la idea hegeliana —nada quemada— del amo y del esclavo, para continuar diciendo que le interesa el punto de vista del proletariado —lo cual es muy interesante, como veremos más adelante—. Apostilla que no nos oprimen las ‘individualidades’ sino los ‘colectivos’. Sigue explicando que los prejuicios pueden ser identificados y eliminados, siendo necesario algo más que el método científico para evitar los sesgos culturales. Opina que las mujeres como colectivo parten de una situación social de desventaja —lo que es totalmente cierto, sobre todo en un país como España—, y que esto provoca, si nos tomamos la ciencia de manera imparcial y neutral, que queden también excluidas de ella —ergo deducimos que, para enmendar la desventaja que implica nacer mujer, hay que recurrir a algo como la discriminación sexista positiva—.

Prosigue Ángeles J. Perona comentando que existen lenguajes esotéricos a los que no acceden las mujeres (como, por ejemplo, las matemáticas). Seguimos con la idea de que hoy en día, se entiende que en un contexto como el de la Universidad Complutense de Madrid, las mujeres están sistemáticamente excluidas por culpa de intereses y prejuicios sexistas… Asegura que las mujeres, por el mero hecho de serlo y de estar, teóricamente, fuera de la ciencia, tienen una ventaja: ser más objetivas… Que hay que tomar conciencia de clase, como ya nos dijo Marx… Que el de las piedrecitas y los insultos es un «depredador sexual»… Y, ya con las preguntas, que los hombres pueden ayudar, pero que la reflexión debe venir del colectivo de las mujeres. Y que el compañero de Jane Willenbring no podía saber que el ‘depredador sexual’ estaba ‘depredando’ a su compañera porque le faltaba educación en valores antiautoritarios y antielitistas; siendo necesario, en el fondo, que viviera en la posición de ella para saberlo —me temo que los varones estarían en una posición peliaguda si estas ideas se llevaran a término—. Concluye la parte de la profesora Ángeles Jiménez Perona y nos quedamos con la sensación de que no se ha preparado la ponencia, que ha visto el documental por primera vez junto con la audiencia y que se ha dedicado durante todo este rato a improvisar.

Le toca a la que creemos que debe ser Isabel Gloria Gamero. Nos comenta que le interesa el empirismo feminista, y vuelve a repasar las cuestiones del ‘acoso sexual’ hacia Jane Willenbring. Termina por señalar que, en las mujeres, la inseguridad es muy común; y es que, al parecer, en la educación de las niñas prima un estereotipo que las impide defenderse: la exigencia de ser siempre amables —ergo deducimos que, a día de hoy, las mujeres no son libres—. Esto le sirve, de paso, para justificar la tasa de abandono de las mujeres. Poco después nos sigue contando lo que hemos visto en el documental y… termina diciendo incluso menos que Ángeles Jiménez Perona, lo cual tiene mucho mérito.

Proseguimos con el turno de Laura Nuño de la Rosa, que no duda en hacer promoción de su podcast y que nos comenta que le gusta Raychelle Burks y su ‘feminismo interseccional’. Nos habla de mujeres ‘racializadas’ —por el pelo rizado, suponemos—, y nos advierte de no descuidarnos en España, que también somos muy racistas (poniendo después el ejemplo de los gitanos). Vuelve con la idea de que la objetividad de la ciencia es un asunto peliagudo y que le parece que en la ‘primatología’, la etología y la psicología las mujeres aportan un punto de feminidad muy necesario, pues la visión ‘feminista’ afecta a los resultados; y es que, obviamente, la ciencia está manchada y sesgada por una visión patriarcal —me decepcionó que no dijera «cisheteropatriarcal», debo añadir—. Termina la señora Nuño de la Rosa afirmando que un ejemplo de todo esto es cómo se veía el sexo femenino en el siglo XIX. Pero la pregunta es: ¿por qué irse tan lejos pudiendo tomar un ejemplo de actualidad? En fin, prosigamos, que no quiero haceros perder demasiado el tiempo y las capacidades de un servidor para crear humor de la nada son limitadas.

Saleta De Salvador Agra nos sorprende informándonos de que le interesa el ‘ciberfeminismo‘ y la semiótica. Vuelve con el tema del ‘acoso sexual’ y considera que el asunto es una cuestión de sujeto, emisor, sujeto, destinatario… Nos comenta que ella se dedica a analizar las relaciones de poder del habla y la reducción al silencio de las mujeres, poniendo como ejemplo de esto el llanto de Jane Willenbring —tan silencioso como que nadie la vio llorar hasta tiempo después, en el propio documental—. Nos habla de una cosa técnica llamada «tercera persona» y de que el amigo flojito de Jane legitima al capullo de su jefe dejándole pasar; convirtiéndose, en efecto, en culpable por omisión, en tanto que, callando, amplifica el poder para ser injusto del que se está pasando de la raya. Saleta nos ofrece la primera idea razonable de la mañana, enfrentándose a la visión de su compañera Perona, tan poco acertada en este punto. El problema es que al final de su ponencia tira por tierra el buen sabor de boca que nos había dejado, haciendo alusión a la canción de “El violador eres tú” y a algo sobre viejas y nuevas ‘normalidades’. Y aquí termina; porque lo bueno, si  breve, dos veces bueno.

Por último llega la ponencia de Paula Nieto Montero, que se dedica a hacer matemáticas con perspectiva de ‘género’… (sólo para mujeres, claro). Nos habla de másteres en estudios de ‘género’ y un poco de su experiencia personal, que, sin duda, nos interesa, sobre todo después de haber sido testigos de las vidas de las ‘científicas’ del documental. Paula Nieto Montero nos cuenta lo que sentía, así como que el documental ‘la atraviesa’ porque ha vivido ‘violencias’ y ‘ostracismos’ de manera sistemática en su carrera. Llegados a este punto, se lamenta de cuando era una inconsciente —a saber, una no feligresa feminoide de su palo o, lo que es lo mismo, una pordiosera alienada— y no se percataba de que las mujeres son consideradas como meros adornos, como un objeto sexual que pertenece al otro, a la ‘otredad’ del grupo. Esta chica mantiene que las mujeres son acosadas con la complicidad del grupo, que se aprovecha de su indefensión y vulnerabilidad —y no se le ocurre pensar ni un momento en los ancianos o en los que tienen alguna debilidad objetiva grave—. Sigue dándole a la rueda y comenta que las mujeres son agentes no autorizados, además de encontrarse rodeadas de dinámicas violentas, fomentadas por estructuras patriarcales de dominación masculina, que cuentan, para colmo, con una base política. Pone como ejemplo de esto el miedo que sienten las mujeres a que pongan en cuestión su capacidad (porque supongo que es mejor intentar vivir en un mundo de la piruleta con un policía en cada esquina y con todas las comunicaciones monitorizadas). Paula Nieto nos sigue regalando sabiduría y apunta que la razón no pertenece a las mujeres, dado que ellas son relegadas al ámbito reproductivo —pero… ¿está hablando de hoy?; ¿en España, o en Yemen?—. Prosigue afirmando, ya para terminar, que las mujeres seguirán viviendo en una situación muy sombría mientras no se cambien las dinámicas violentas patriarcales de la cultura y las estructuras organizativas, que la meritocracia no funciona, que ella apuesta por que empiece el cambio para conseguir una verdadera igualdad, que el racismo es un problema grave en España, que hay que apoyar las redes de ayuda entre mujeres, que si la violencia estructural, etcétera. Llegamos así a la parte de las ‘preguntas’ (¿acaso alguien conoce el significado de esa palabra en esta facultad?).

Las dos primeras, una por parte de alguien que parece un profesor y la segunda por parte de alguien que parece un alumno, son apreciaciones para dar pomada y crema (un clásico por estos lares). Se comenta algo de los «silencios cómplices», que a todo el mundo parece resultarle muy importante, y alguien pregunta sobre si las mujeres pueden tener una mayor predilección que los varones hacia el trabajo social y los cuidados… A esta cuestión, casi la primera interesante que aparece durante toda la conferencia, responden, obviamente, tirando balones fuera y con aires de superioridad y un punto de molestia. También le preguntan a Ángeles Jiménez Perona sobre su visión del ‘cómplice’ del ‘depredador sexual’, y ella intenta salvar su postura matizando y concluyendo que los hombres deben ser educados en nuevas masculinidades, dado que, a día de hoy, apenas están sensibilizados con el sufrimiento de las mujeres. Seguimos con las preguntas, y alguien comenta algo sobre la pederastia y las instituciones eclesiásticas —tema que le suele gustar mucho al personal—, para después encontrarnos con una intervención sobre la paternidad y la presión de las empresas. El mismo profesor de antes vuelve a participar, aún más motivado, igualando el supuesto ‘patriarcado’ con el genocidio nazi, y preguntando a nuestras amigas «cómo se puede destruir esta estructura». De este modo, se gana, obviamente, el aplauso de sus compañeras, que se explayan y vuelven a repetir todo lo dicho, y que, en definitiva, reiteran que hay que romper el sistema que tenemos, a poder ser desde dentro —lo cual, teniendo en cuenta lo que se dice en esta facultad, pinta que va para largo—.

Van sucediéndose diferentes preguntas en torno a temas ya tratados hasta que alguien intenta apostillar que quizá sea excesivo considerarlo todo acoso sexual. Ante esto, responden que puede ser un problema de traducción —cuando, sin embargo, en el mismo documental se paran a explicarnos por qué el ‘acoso sexual’ es como un iceberg, en tanto que lo que todos consideramos que lo es sería solamente la punta que se ve frente a todo lo demás, que pasaría desapercibido—. Y llegamos ya a la última pregunta interesante: la cuestión de si está bien —o no— que te ‘sexualicen’, que te consideren atractivo, etcétera. Quien hace este comentario se vanagloria de vestir de manera chandalista y fea —mostrando, ante todo el auditorio, un cierto orgullo por ello—, y se nota que cuenta con la total complicidad de las ponentes. Incluso la propia profesora Ángeles Jiménez Perona apunta que, si te vistes y comportas de manera atractiva, los hombres, en vez de otorgarte autoridad, te toman por un mísero técnico o un simple conserje. Ante esto sólo se puede deducir que, de otra cosa no sé, pero de clasismo vamos bien servidos (lo que resulta aún más divertido después de escuchar su primera intervención, vendida hasta las cejas al perroflautismo). En fin…, el estado de nuestra élite intelectual, por llamar a estos filosofastros de alguna manera, da bastante pena. Y lo más gracioso es que, por hacer estas charlas, uno se puede ganar la vida considerablemente bien a costa del contribuyente  —sobre todo si se es hábil en el noble arte de llevar rodilleras—. Pero, claro…, si la masa lo quiere…, ¿es el mercado, amigo?

16 comentarios sobre “Cinefórum “Picture a Scientist” desde epistemologías feministas (Conferencia 2021) Deja un comentario

    • La gran mayoría, a lo largo de su vida, en el fondo, como mucho, no hace nada más que cambiar un tutor por otro. Vivir sin ‘tutor’, si uno se lo toma en serio, diría que es imposible. De ahí que sea tan importante, por lo menos, saber discriminar calidades.
      Respecto a lo segundo: sí, la verdad es que los recursos del Estado y de las corporaciones de cierta entidad podrían invertirse en cosas mejores que en mera propaganda. Pero, claro…, ¿es concebible un mundo como éste sin propaganda? Como lo del tutor, creo que a lo máximo a lo que podemos aspirar, más allá del ámbito privado y de pequeños cantos al sol, es a… discriminar calidades e identificar la publicidad palmariamente engañosa. Mmm…, me has dado una idea para un futuro artículo, ¡gracias!

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    • Ciertamente… El ser humano es de naturaleza traviesa, y los franceses lo son un poco más.
      No sé por qué tu comentario me ha recordado a mi bisabuelo —nacido en los albores del siglo XX—, que, siendo médico, aceptaba el uso, pero no el abuso, de las drogas —refiriéndose al alcohol y al tabaco—. En el equilibro está la virtud, y si por algo Occidente es hegemónico es porque hemos sabido mantener los impulsos equilibradamente contenidos para enfocar nuestras fuerzas en refinarnos como civilización. Todos sabemos, o deberíamos saber, la diferencia entre mirar y tocar, entre el arte y la vida del día a día. Mmm…, este artículo me está saliendo a devolver xD. Me acabas de dar una idea para otro trabajo, ¡gracias!

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    • ¡Cuánto tiempo! Muestra, no cuentes, ¿eh, amigo Asimov? Gracias por pasarte y por halagarnos con una comparación tan sumamente exagerada. (Y… esto es un recordatorio de que tengo pendiente arreglar lo de la visualización de las imágenes; sí…, un día de estos lo haré.)

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