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Star Trek: La conquista del espacio (1966-1969). Quinta parte: La tercera temporada (1968-1969)

«—Debió haber sido… una mujer… extraordinaria.

—Y hermosa.

—La belleza es transitoria, doctor; sin embargo, es evidente que era bastante inteligente.

[…]

—No estoy de acuerdo con usted.

—¿No, capitán?

—La belleza… permanece».

Continuamos, por fin, con nuestro ciclo sobre la serie original de “Star Trek: La conquista del espacio” (1966-1969), y… hoy nos toca tratar su oscuro final. Ya lo veníamos adelantando, pues a lo largo de la segunda temporada resulta claro el declive, pero, desde el principio de la tercera, con el infame “El cerebro de Spock” (1/56), se nos despejan todas las dudas que pudiéramos tener al respecto. Empezaremos este pequeño artículo por el susodicho episodio, para después repasar de manera muy rápida lo peor, lo aburrido y lo más rescatable que hemos encontrado a lo largo y ancho de sus 24 capítulos. Finalmente, diremos un par de cosas sobre los últimos episodios de la serie, y es que el oficial, el de cierre de temporada, no coincide con el que fue seleccionado para su despedida en televisión. Vamos a intentar ir al grano y sintetizar, que ya empieza a hacer calor y estar cerca de un ordenador se aleja bastante de lo que podríamos considerar un plan apetecible. Comencemos.

«—Qué encantadora negra. Oh…, perdóneme, querida: sé que en mi época algunos usaban ese término como descripción de propiedad.

—¿Por qué debería oponerme a ese término, señor? Verá: en nuestra época hemos aprendido a no temer a las palabras.

—Le presento a la oficial de comunicaciones, teniente Uhura. (El capitán les presenta.)

—La necedad de mi siglo hizo que me disculpara donde no había ofensa.

—Hemos aprendido a estar encantados con lo que somos. (Concluye Kirk.)».

Antes de empezar, cabe decir que, a nivel de temáticas generales, no notamos cambios significativos: misterios espaciales que resolver, amor, amistad, dioses, sacrificio y utopías que suelen descubrirse como distopías plagan esta tercera temporada, que no muestra grandes cambios respecto a las anteriores. Por lo demás, en cuanto a elementos que encontraremos en futuras obras del género, advertimos, más allá de las ideas de “Matrix” (1999) o de “Black Mirror” (2011-2019), que ya las tenemos muy vistas, alguna que otra novedad que luego veremos en “Pulp Fiction” (1994), en el capítulo de “Espectros” (6/61), en “Horizonte Final” (1997) o en “La telaraña tholiana” (9/64), y dos personajes que nos recuerdan al Joker y a Harley Quinn —siendo el enemigo de Batman de 1940 y su chica de 1992— en “A quienes los dioses destruyen” (14/69). A su vez, conviene también señalar que la influencia de “Frankenstein” (1818) en el maravilloso “Réquiem por Matusalén” (19/74) está muy bien hilada. Ahora sí que sí comentemos el capítulo que abre la serie, que, si bien está escrito por Gene L. Coon, hizo muy bien en firmarlo bajo el nombre de Lee Cronin (pues muestra un reducto de vergüenza y un ligero afán por salvaguardar su reputación).

«Francamente, durante todo el rodaje de ese episodio me sentí avergonzado, un sentimiento que me invadió muchas veces durante la última temporada de Star Trek». Leonard Nimoy.

En este capítulo, le roban el cerebro a Spock, y éste, cual zombi, se mueve teledirigido por sus compañeros hasta que llegamos a un final muy torpe (lo que implica maltratar gratuitamente al personaje dorado de la serie). Y no lo digo sólo yo, sino que el propio Nimoy nos regaló, en su libro biográfico sobre Star Trek, las declaraciones que preceden a este párrafo. Es un capítulo tan malo, que William Shatner —el capitán Kirk— lo recuerda como uno de los peores de la serie, considerando que su trama casi funciona como una alegoría de la situación en la que se encontraban, que coincidía con el momento en el que los ejecutivos de la NBC recortaron el presupuesto y la colocaron en una mala franja horaria, pasándola de las 20:30 a las 22:00 del viernes, cuando ya antes la habían cambiado desde el jueves a este día. A partir de este episodio, la sensación que más se repite es la del aburrimiento ante la mediocridad, así como la desesperación al observar tantísimos capítulos con agujeros de guion o finales torpes. De hecho, de los 24 episodios que conforman la temporada, de 8 no puedo sacar nada positivo ni brillante, en 20 puedo encontrar errores graves y de “El día de la paloma” (7/62), que es el que se lleva el premio, no se puede sacar nada que no sea malo. En general, el maltrato al personaje de Spock es continuo, y los agujeros de guion, las tramas tramposas o las resoluciones inverosímiles son habituales; sin olvidar la trivialidad de muchos de los argumentos y el reciclado de ideas ya tratadas con más destreza en la primera o en la segunda temporada.

«—Capitán…, ¿puedo hacerle una pregunta? No conteste si la considera personal.

—Estoy seguro de que podré responderle, señor Spock.

—Esta tarde… usted quería… matar, ¿verdad?

—Pero no lo hizo, señor Spock. (Interviene McCoy.)

—Pero quería hacerlo, doctor. (Responde Spock.)

—¿Ésa fue su impresión, señor Spock? (Retoma el capitán.)

—Sí, capitán.

—Señor Spock…, tiene usted razón; fue así exactamente.

—La humanidad… dispuesta… a matar.

—Fue en 1881.

—A veces me pregunto… cómo ha podido sobrevivir la humanidad.

—Superamos nuestros instintos violentos. (Dice el capitán Kirk mientras observamos cómo rompe por primera y última vez la cuarta pared, mirando al espectador, antes de dedicarle un gesto cómplice a McCoy y sonreír.)».

Esta irritante situación, fruto de una bajada de calidad tan notable, se puede digerir mejor cuando los episodios no son originales o son palmariamente mediocres, pero resulta muy triste de asumir cuando vemos personajes interesantes a los que no se les acaba de explotar adecuadamente, como ocurre con la comandante romulana de “El incidente del Enterprise” (2/57) o con la reina Deela en “El parpadeo de un ojo” (11/66), o cuando ideas muy buenas, como el misterio del capítulo anteriormente mencionado, las capacidades de la protagonista de “La empática” (12/67), la premisa sobre lo que encierra el racismo —o, mejor dicho, el clasismo— en “Que ese sea su último campo de batalla” (15/70) o el secreto de “La marca de Gideon” (16/71) —así como la valentía para tratar cierto tema peliagudo para la época, no visto antes en la serie—, son completamente desaprovechadas porque sirven a un conjunto que no da la talla. A esto hay que sumarle la pesadumbre de ver cómo los brillos de algunos diálogos, como los seleccionados para ilustrar este artículo, que son realmente atinados, como cabría esperar de una creación artística de la envergadura de Star Trek, acaban diluyéndose en una obra que falla por demasiadas partes. A fin de cuentas, resulta una pena que la cuestión de encontramos ante premisas desperdiciadas sea algo muy recurrente durante los últimos compases de la serie.

«Si desea disfrutar de los privilegios de ser la Dolman, hágase merecedora de ellos. Y, si no quiere las obligaciones que acompañan al título, entonces renuncie a él».

Ya hemos repasado cómo abre de mal la temporada y cómo de regular prosigue. Pero… ¿cómo termina? Pues, si consideramos el final como el último capítulo propiamente hablando, lo cierto es que no podemos decir que acabe demasiado bien. “La intrusa traidora” (24/79) es un capítulo que, tristemente, caería dentro de los mejores, con apenas un 5’75. En general, no tiene grandes defectos, más allá de terminar por desperdiciar una premisa la mar de interesante —que trata, de manera muy original, el peligro de que el feminismo se convierta en ideología— y de contar con un cierre si no malo, al menos sí mediocre. Sin embargo, el problema es que, como capítulo final, resulta verdaderamente anticlimático, dejando entrever que se quedaron a medias tras la cancelación de la serie. Pero también podemos considerar como el clímax el episodio “Réquiem por Matusalén” (19/74), que fue el elegido, a modo de despedida, para terminar la última emisión en televisión de la serie tras varias reposiciones en 1969. Este capítulo, en cambio, cuenta con un 7, y es que, dejando de lado un pequeño problema de coherencia en sus primeros compases, es perfecto. Además de tratar todos los grandes temas de Star Trek con una nueva profundidad, cuestiones como las del amor, la amistad o el sacrificio vuelven a brillar aquí con fuerza y gravedad tras el árido desierto de 13 capítulos que precisamente se abrió paso después del maravilloso “¿No hay, en verdad, belleza?” (5/60). Os tengo que reconocer que, para lo que viene siendo este curso, ha sido realmente apropiado que fuera “Star Trek: La conquista del espacio” ‘la banda sonora de mi vida’. Y, por ello, dado que no quiero aparentar que el sistema que desarrollé para analizar la serie no ha ido estallando por los cuatro costados, termino este análisis, reconvertido en crítica, con el último diálogo de la serie.

«—Un hombre muy… viejo y solitario; y un hombre… joven y solitario. Dimos pobre espectáculo, ¿verdad? Si pudiera olvidar… (Kirk desfallece sobre su mesa.)

—Jim… Gracias al cielo, por fin duerme. (Dice McCoy mientras aparece en escena y Spock le hace un gesto para que baje el tono.)

—Su informe, doctor.

[…]

—¿Usted no entendería eso, verdad, Spock? Verá…: siento más lástima por usted que por él. Porque usted nunca sabrá lo que el amor puede llevar a un hombre. Los éxtasis, las miserias…, los incumplimientos, las posibilidades desesperadas, los gloriosos fracasos y las gloriosas victorias. Todo eso no lo conocerá jamás, porque la palabra amor no está escrita en su libro… Buenas noches.

—Buenas noches, doctor.

—Ojalá pudiera olvidarla. (Se lamenta el doctor McCoy.)

—Olvide. (Dice Spock mientras se acerca muy despacio y le toca la cara a un derrotado capitán Kirk.)».

3 comentarios sobre “Star Trek: La conquista del espacio (1966-1969). Quinta parte: La tercera temporada (1968-1969) Deja un comentario

  1. Mi comentario, que iba a ser una crítica a la crítica, debería haber sido publicado antes de ayer, o anteayer si lo prefiere, pero tampoco me fue posible. Y lo más curioso es que ni siquiera siento el retraso. Debe de ser, o debe ser si más le place, del riego.
    Nota: Y sí, las comas, también las cobro.

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