Nuestra parte de noche (2019)
Hoy vengo a hablar de “Nuestra parte de noche” (2019), la novela escrita por la argentina Mariana Enríquez. La arrastré durante todo el verano; y es que, más que incitarme a la lectura, me provocaba todo lo contrario: querer realizar cualquier otra actividad que no requiriera sumergirme en sus infinitas páginas. Además, confirmo que, por ahora, no he disfrutado de ninguna de las dos obras que he leído que han sido galardonadas con el Premio Herralde: ni de “Farándula” (2015), que me resultó excesivamente farragosa y de la que recuerdo el uso de ciertas palabrejas cuya existencia desconocía completamente (nuevos descubrimientos con los que me divierto, siempre y cuando no respondan a un afán pedante y rebuscado, como creo que es este caso), ni de la que nos ocupa (en cuyo jurado, para más inri, estaba la propia Marta Sanz). Es cierto que las expectativas que tenía puestas en esta novela eran muy altas, pero es que cualquiera al que oía hablar de ella la alababa como si se tratara de la octava maravilla. Y no. Ni de cerca. Para escribir 667 páginas que no resulten repetitivas, aburridas o innecesarias se requiere de un genio que casi nadie posee. Me sobra tanto libro… Lo he terminado por puro orgullo de poder criticarlo con un mínimo de entidad, pero reconozco que me ha costado horrores. Aquí está, en cualquier caso, el humilde resultado de semejante martirio.
De entrada, no me interesa casi nada de lo que me cuenta, y, para alguien como yo, que no puede leer sin un lápiz en la mano, no es demasiada buena señal que, de un libro tan largo, apenas haya podido rescatar alguna frase suelta (reconozco, al menos, que sí hay una que me persigue desde entonces: «Eso era ser huérfano: tener cajitas de cenizas y no saber qué hacer con ellas») y alguna que otra idea interesante. No sé si es que no está a mi alcance o que, cuando hay una moda, pocos son los que no se suben al carro, bien sea por no querer sentirse al margen, bien por pura y llana pereza. Por otro lado, y no es la primera vez que me quejo de ello (véase “La señora Dalloway” [1925]), ¿por qué esa infecta manía de no dividir en capítulos, y hacerlo, en cambio, en unas partes mastodónticas? Con lo bellos que suelen ser siempre los inicios de capítulo en las novelas del siglo XIX… Y es que, además, funcionan como una deferencia hacia el lector; factor que a veces se descuida y que no es, ni mucho menos, poco relevante. Sin embargo, esto no es lo peor de todo, sino que cuesta encontrarle un sentido a la trama de “Nuestra parte de noche”. ¿Qué se nos pretende contar? Asistimos a páginas y más páginas morbosas, llenas de descripciones desagradables y de circunstancias a cada cual más surrealista… Y todo ello ¿para qué?, ¿con qué fin? Me parece una absoluta tomadura de pelo. Hay tantísima paja, tantos momentos que no aportan nada al conjunto… Aunque lo cierto es que es una narración a ciegas: no se va hacia ningún lado (aunque uno siempre tenga la esperanza de que sí). Mira que me interesa bastante el tema de las sectas, el por qué surge el fanatismo…, pero aquí es que no hay ningún tipo de reflexión al respecto, sino que es un mero pretexto para contar una historia extremadamente soporífera, y que he terminado por pura obstinación y cabezonería —y, bueno, también con vistas a escribir esta reseña a contracorriente de la opinión general y de ‘los expertos’, claro—. Además, aun siendo un detalle menor, lo de nombrar a un montón de autores a lo largo de la historia me resulta de un pedantismo patético, que no aporta absolutamente nada y que parece querer decir: «Mira qué lista soy». No se comprende hacia dónde va el libro, qué nos intenta contar la autora…; y esto, sin duda, me parece su peor defecto.
De cualquier manera, y a pesar de sus puntos flacos, que son muchos y contundentes, Mariana Enríquez tiene una manera fría de narrar, diría que incluso burda; y, sin embargo, consigue a veces congeniar sorprendentemente bien la crueldad con la ternura. Le reconozco valores a su escritura (creo que es indudable hablar de un cierto talento); pero, más allá de eso, siento que se aprovecha del lector, precisamente a través de esa capacidad, dando rienda suelta a su aparente facilidad para juntar palabras y, sin embargo, obviando muchas veces el supuesto papel de ciertas secuencias, que acaban siendo un relleno que ocupa gran parte del libro, mientras se descuidan detalles importantes que jamás quedarán resueltos o satisfechos (a este respecto, no puedo evitar encontrar cierto paralelismo con la también celebradísima serie “The Leftovers” [2014-2017], que peca justamente de eso mismo: su fascinante capacidad para abrir, manteniendo así la atención del espectador hasta el final, para nunca terminar de cerrar). Esto me resulta especialmente molesto, como esas tardes de verano en las que las horas de calor se acumulan una detrás de otra y uno ansía encontrar una ligera brisa que dé tregua a dicho sofoco. Pero aquí ese soplo de aire fresco nunca llega. El problema que me ocurre con “Nuestra parte de noche” es que no veo casi nada que me deslumbre, que me haga continuar: tan sólo alcanzo a atisbar bruscas maneras de describir la crudeza de ciertos modos de vivir. Pero eso ya lo he visto en millones de libros antes. Sinceramente, no necesitaba una historia con médiums de por medio, y que alcanza cotas bastante desagradables y morbosas en no pocas ocasiones, para volver a repensar una cuestión como ésa.
Es una novela que apela una y otra vez a los sentidos, que está escrita casi desde las entrañas. Además, resulta sumamente descriptiva; de ahí que deje pocas cosas al azar. Sin embargo, esa pulcritud en las descripciones —valga la paradoja— lo abarca todo, restando una considerable cantidad de peso a las reflexiones de los personajes, que pasan a un completo segundo plano. Por eso es un libro que no puedo sino leer pensando constantemente en imágenes, lo que hace que me resulte bastante cinematográfico. En resumidas cuentas, me encanta la cubierta, me fascina el título…, pero me sobra todo lo demás. Sea como fuere, tengo que decir que, para ser el único libro del siglo XXI que he leído en lo que va de año (exceptuando algunas de las biografías de las Brontë), y teniendo en cuenta que ha sido uno de los más sonados en estos últimos tiempos —junto a otros como “Hamnet” (2020), de Maggie O’Farrell—, me ha hecho revivir una pereza irrevocable a leer libros de actualidad que pasan por ser gloriosos y que, sin embargo, rezuman muy poca genialidad. De cualquier modo, sé que, entre tantas voces encumbrando “Nuestra parte de noche”, la mía, disidente de todas ellas, será tan insignificante como un mero grano de arena en un desierto. Pero no puedo evitar alzarla y sentir un considerable enfado ante el triunfo desproporcionado de ciertos libros, mientras otros, mucho más valiosos, esperan tímidos un éxito que nunca verán llegar.
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¡Me encantan las críticas negativas de productos enlatados! :un libro más que no leo o una película más, que no veo. Llegará un día, Dios o el Diablo mediante, que ya no incluya nada nuevo enlatado. Y a partir de aquí, solo mirar, sentir y recordar.
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¡Me alegra que te gusten! Yo también las disfruto mucho. Me da la sensación de que hay un cierto miedo a levantar la voz sobre ciertos libros o películas que se ponen de moda; pero creo que hay que ser honesto, aunque se tenga a casi todo el mundo en contra. Si bien estoy de acuerdo contigo en buena medida…, soy de la opinión de que siempre hay que guardar un pequeño reducto del tiempo de uno para dar una oportunidad a las novedades que van saliendo, por si descubrimos de vez en cuando símbolos de genialidad; pero, por supuesto, debe ser mínimo en comparación con los períodos dedicados a los clásicos —o a aquellas obras que sabemos que nos proporcionan un gran disfrute—, que son ya suficientes y que tienen a su favor el haber sobrevivido al inexorable filtro del tiempo. Gracias por leer.
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Lamentable comentario.
cada cual opina lo que quiera, pero hay una cosa que no se pude dejar pasar: el éxito no un libro no la da el mercado, ni la crítica, ni el marketing, el éxito lo entregan los lectores.
Nadie lee lo que se le obliga, excepto los pobres escolares.
La novela ha triunfado porque es extraña, novedosa, muy política y, por un hallazgo fantástico: la oscuridad y su mundo.
Insisto que nadie le obliga a aceptar eso, su lectura débil es su y eso no se critica. Y respecto de esos libritos que nadie conoce, léalos con confianza.
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¿Lamentable comentario el mío por no estar de acuerdo contigo? Para ser honestos, yo he tenido que hacer un ejercicio de desciframiento con el tuyo en algunas partes. Sea como fuere, y siguiendo tus postulados, como cada uno opina lo que quiere y el éxito de los libros lo dan los lectores, he ahí mi crítica a la novela. Nadie me ha obligado a leerla, claro está: lo he hecho por voluntad propia y he escrito lo que me ha parecido. Habrá triunfado por las razones que sean, pero no comparto en absoluto su celebridad. Además, no deberías enfadarte tanto por una mala opinión frente a cientos y cientos tan favorables, ¿no? La desventaja cae más de mi lado. No dudes que eso será lo que haga: dejarme de tantas novedades insulsas y centrarme en los clásicos, que por algo lo son, o en esos libritos a los que no se dedican grandes elogios cuando precisamente ellos sí se los merecen.
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