Jornada Electoral 2023: introducción, método y un recordatorio sobre el nacionalismo
Hoy comenzamos nuestro quinto curso con un pequeño artículo de presentación sobre nuestra nueva serie acerca de los partidos que se presentarán a las próximas elecciones nacionales. Dado que tenemos planeado que este tipo de escritos se conviertan en un clásico de nuestra web, recomendamos a cualquiera que no se haya leído nuestra primera aproximación que le dé una oportunidad; sobre todo porque, a la hora de comparar la coyuntura de 2019 con la actual, hay muchas cuestiones que sólo resumiremos o dejaremos apuntadas, pues las ideas ya quedaron lo suficientemente desarrolladas en esa ya citada inmersión en las anteriores elecciones. Dicho de otra manera: vamos a procurar sacar nuevos temas y matices, evitando repetirnos en exceso. A su vez, y para potenciar la propuesta anterior, tenemos la intención de afrontar este trabajo enriqueciendo el campo de análisis, como describiremos más adelante. En cualquier caso, basta ya de presentaciones y metámonos de lleno en materia.
Así como en las anteriores elecciones generales nos centramos en exclusiva en los programas electorales de cada partido, esta vez, sin dejar de repasarlos, destacando especialmente las diferencias que pueda haber —en el caso de que se hayan dignado a actualizarlos, claro—, vamos a hacer también una especie de trabajo de campo a la altura de nuestro tiempo. Y, por desgracia, el ‘campo’ actual cada día es menos físico y lo es más digital. Si ya en las anteriores elecciones —y en las anteriores de las anteriores— el peso de Internet y de las redes sociales fue inmenso, en los tiempos que corren, cada vez con mayor presteza, esto se evidencia todavía más, por lo que no cabe duda de que la importancia en los próximos comicios de esta tendencia se habrá potenciado de manera considerable. Asimismo, más allá de esta situación, si tenemos en cuenta que el común de los mortales es analfabeto funcional y que los poquitos que podrían leer desprecian los programas —quizá con cierta razón, dado que son, en su gran mayoría, un cúmulo de generalidades y lugares comunes no vinculantes—, resulta palmario el destacado lugar que ocupan estas plataformas de comunicación —o, más bien, de propaganda—. En suma, vamos a aproximarnos a juzgar lo que se dice en la plaza virtual y lo que se mueve por los mares internáuticos. Pero, claro, hacer esto sin un método sería querer emprender una tarea inabarcable; y es que, sin entrar en la web profunda —y, en este caso, nos referimos a los grupos privados de mensajería instantánea—, cualquier cuenta de un partido promedio produce una cantidad de basura literaria que no podría ser analizada con un mínimo de seriedad ni aun teniendo a un equipo de 50 hombres a jornada completa. Por lo tanto, hemos decidido que la mejor fórmula consistirá en aplicar un poco de método científico y una pizca de dadaísmo: vamos a tomar la última media hora de Youtube y las últimas cinco publicaciones de Tuiter, tal como caigan, para compararlas con sus equivalentes en el mismo momento de 2019. Por otra parte, quizá también echemos un vistazo a otras redes, como Instagram o TikTok, pero esto será más bien para medir la resistencia ante la vergüenza ajena.
El análisis de la cuestión virtual también nos ayudará a compensar el descuidado estado en el que probablemente se encuentren a día de hoy los programas electorales, y es que, salvo sorpresas de última hora, estamos todavía a más de un año de distancia de la tan temida por muchos, a la par que esperada por otros, votación. Además, el hecho de que no hayan entrado aún en la campaña propagandística —aunque, en el fondo, nunca la lleguen a abandonar por completo— puede favorecer que nos encontremos con menos ruido y con una menor cantidad de exageraciones, lo que nos permitirá extraer de ellos una información más clara. Una vez recogidas las muestras, comentaremos si ha habido algún tipo de evolución respecto a las ideas manejadas en 2019, aparte de los programas electorales, aportando matices sobre un terreno más palpable, más de estar por casa, en torno a las siglas en cuestión; dado que, por mucho que el espíritu del partido esté contenido en los documentos oficiales, estos suelen ser un cúmulo de generalidades socialdemócratas, moderadamente liberales, inevitablemente progresistas y encuadradas en un marco de modas, filias y fobias mucho más estrecho de lo que nos quieren hacer creer. Y, además, a la hora de la verdad —a saber, aquello que tiene que ver con pactar, legislar y gobernar—, estos documentos son susceptibles de convertirse en papel mojado a la mínima de cambio y sin ninguna muestra de rubor por parte de quienes cometen tales fechorías. Si a esto le sumamos que los programas electorales evolucionan en lo sustancial muy lentamente, juzgamos que los mensajes difundidos para la masa un día cualquiera pueden dar pistas mucho más certeras de lo que realmente son y representan dichos partidos.
Vamos a terminar este artículo introductorio con un aviso para todos aquellos que no nos conozcan, o no hayan leído nuestro anterior artículo sobre el nacionalismo, y echen en falta a los partidos particularistas que pueblan nuestra geografía periférica. Si bien no somos nacionalistas y consideramos al nacionalismo como una doctrina muy problemática que se puede tornar, con una facilidad preocupante, en ideología —una simplificación engañosa y demagógica que se usa para pastorear a las masas—, no podemos tampoco dejar de reconocer que tuvo su sentido a la hora de forjar el mundo contemporáneo. Eso sí, a un coste muy alto si lo comparamos con las virtudes y el orden que trajo; aunque, sin duda, éstas no dejan de ser ventajas de las que todavía en muchos países hoy disfrutamos, como el hecho de tener un idioma común, unos principios compartidos —herederos de una religión tradicional— y una población étnicamente homogénea. Sea como fuere, hoy, con el planeta Tierra perfectamente repartido y viviendo en un mundo globalizado, no tiene demasiado sentido (más allá de, en una forma mínima, mantener un cierto orden y cohesión social). Por algo no podemos tolerar el nacionalismo separatista, dado que tiene un fondo egoísta, debilitador y conflictivo que sólo puede terminar por beneficiar a una camarilla de caciques locales. En esta línea, estaríamos mucho más a favor de un patriotismo sosegado, desapasionado y humilde, que tendiera a la inacción y a la conservación de los bienes que poseemos, y que tuviera un horizonte pausadamente reformista de cara a ampliar las fronteras de manera pacífica —como se hace en Europa, en la OTAN o en América—. Por otra parte, no hay nada que nos dé más pereza y asco que el patrioterismo pueril del casticismo tradicionalistoide, que se complace, a fuerza de vulgaridad, en hacer repelente lo que ensalza. No te digo yo que los toros, las fiestas o el folclore no estén bien, pero ni son lo más importante ni está ahí lo fundamental y lo más valioso de lo que fue y aún queda de España —y lo mismo se puede aplicar a Francia, Reino Unido, Italia, Rusia o Estados Unidos—.
En conclusión, y con la vista puesta en el inicio de esta serie, tenemos que reconocer que no guardamos demasiadas esperanzas; pero, como no queremos dejarnos llevar por los prejuicios, debemos confirmar lo que ya intuimos. Quién sabe…, quizá nos sorprendamos y lleguemos a una conclusión diferente. Por lo demás, damos por iniciado este quinto curso de esta nuestra querida web con una novedad dura de asumir: una de las dos cabezas que componen este proyecto se encuentra dando a luz a un trabajo del más alto nivel y, por esta razón —y algún que otro detalle en el cual ya hemos incidido lo suficiente—, esta temporada vamos a reducir, de manera temporal, el número de artículos mensuales de tres a dos. Deseamos que lo comprendáis y esperamos poder sintetizar y conseguir que cada uno de ellos brille de tal manera que no notéis la ausencia del tercero.
«En un mundo cada vez más globalizado, con potencias tan poderosas como Estados Unidos, China o Rusia, empequeñecerse con cuestiones nacionalistas implica dispararse en el pie. Cualquier movimiento en este sentido que no esté enfocado hacia una cohesión más fuerte y generosa de todo aquello que compartimos es un error que nos empobrece y nos hace más dependientes».
Categorías
A por ello.
Me gustaLe gusta a 1 persona