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Mesnoviembre 2021

Nuestra parte de noche (2019)

Hoy vengo a hablar de “Nuestra parte de noche” (2019), la novela escrita por la argentina Mariana Enríquez. La arrastré durante todo el verano; y es que, más que incitarme a la lectura, me provocaba todo lo contrario: querer realizar cualquier otra actividad que no requiriera sumergirme en sus infinitas páginas. Además, confirmo que, por ahora, no he disfrutado de ninguna de las dos obras que he leído que han sido galardonadas con el Premio Herralde: ni de “Farándula” (2015), que me resultó excesivamente farragosa y de la que recuerdo el uso de ciertas palabrejas cuya existencia desconocía completamente (nuevos descubrimientos con los que me divierto, siempre y cuando no respondan a un afán pedante y rebuscado, como creo que es este caso), ni de la que nos ocupa (en cuyo jurado, para más inri, estaba la propia Marta Sanz). Es cierto que las expectativas que tenía puestas en esta novela eran muy altas, pero es que cualquiera al que oía hablar de ella la alababa como si se tratara de la octava maravilla. Y no. Ni de cerca. Para escribir 667 páginas que no resulten repetitivas, aburridas o innecesarias se requiere de un genio que casi nadie posee. Me sobra tanto libro… Lo he terminado por puro orgullo de poder criticarlo con un mínimo de entidad, pero reconozco que me ha costado horrores. Aquí está, en cualquier caso, el humilde resultado de semejante martirio.

American McGee’s Alice (2000)

Hablamos hace un tiempo de “Timeline” (2000), la primera obra ludófila en la cual American McGee tiene un cargo significativo. Como concluimos, ése era un videojuego literalmente malo, y abducimos la hipótesis de que podría ser que la mayor parte de sus fuerzas se estuvieran centrando en el que hoy nos ocupa. Ahora toca comprobar empíricamente si estábamos o no en lo cierto. Tomando como referencia indirecta el libro de Lewis Carroll, le da un giro de pesadilla al sueño de Alicia, explorando un tono mucho más oscuro y siniestro, que, en algunos de sus capítulos, toma elementos de la estética steampunk retrofuturista. Esta historia guarda un agradable lugar en mis recuerdos de juventud, así que, en este artículo, vamos a comprobar hasta dónde una intuición, guiada por la memoria y la nostalgia, es certera. Sin más dilación, comencemos.

El apocalipsis (1967). Star Trek: La conquista del espacio. Temporada 1: capítulo 23

“La ciudad al fin de la eternidad” (1967) es el capítulo mejor considerado de la serie original por parte de la crítica profesional, de los pocos en hacerse con el Premio Hugo —en el año 1968, por la mejor presentación dramática—, y mi favorito a la altura de este artículo. Cinematográficamente es impecable, la historia no puede estar mejor hilada y los personajes están especialmente brillantes. También ayuda la presencia de Joan Collins, la cual no puede hacer mejor tándem con nuestro querido capitán Kirk. Dicho todo esto, no tiene mucho mérito incidir en la verdad sobre lo que es obvio, claro y distinto; además de que han corrido no pocos ríos de tinta sobre este capítulo de la mano de plumas mucho más autorizadas que la de un servidor. Por esta razón, he decidido inclinarme ante la evidencia, constatar un hecho y reservarme este episodio para cuando sea digno de decir algo sobre él. Por lo tanto, como bien queda patente en el título, hoy no vamos a hablar sobre el capítulo 28 por orden de emisión —esto es un poco como “Rayuela” (1963), dado que está el orden de producción, el de emisión y el cronológico interno de la historia—, sino del 23, titulado “El apocalipsis” (1967). Considero a éste como el segundo mejor de la primera temporada; además, que no goce de tanto consenso respecto a su calidad y, a la vez, que esté preñado de una de las tramas más interesantes de lo que hasta ahora he visto en “Star Trek”, le convierten, sin duda, en un episodio indicado para comentar hoy. Comencemos.