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Star Trek: La conquista del espacio (1966-1969). Cuarta parte: La segunda temporada (1967-1968)

Seguimos con nuestra primera aproximación a lo que es, y fue, Star Trek, centrándonos hoy en la segunda temporada de la serie original. Como valoramos vuestro tiempo y, curiosamente, este tercer curso coronavírico está siendo el más pesado —algunos se preguntarán «¿de qué estás hablando?»—, vamos a intentar practicar la síntesis, para felicidad de todos. En esta línea, nos centraremos en las diferencias respecto a la primera temporada, dado que los capítulos se estructuran igual, el contexto es el mismo y los personajes repiten. Como novedad, eso sí, nos encontramos ante la definitiva ausencia de la secretaria y asistente del capitán, Rand —dejando inconcluso su arco romántico—, y la inclusión de Chekov (siendo este cambio una pista muy significativa del inminente ocaso de la serie). Pero, antes de liarnos, demos esta pequeña introducción por terminada y metámonos de lleno con este humilde análisis.

El apocalipsis (1967). Star Trek: La conquista del espacio. Temporada 1: capítulo 23

“La ciudad al fin de la eternidad” (1967) es el capítulo mejor considerado de la serie original por parte de la crítica profesional, de los pocos en hacerse con el Premio Hugo —en el año 1968, por la mejor presentación dramática—, y mi favorito a la altura de este artículo. Cinematográficamente es impecable, la historia no puede estar mejor hilada y los personajes están especialmente brillantes. También ayuda la presencia de Joan Collins, la cual no puede hacer mejor tándem con nuestro querido capitán Kirk. Dicho todo esto, no tiene mucho mérito incidir en la verdad sobre lo que es obvio, claro y distinto; además de que han corrido no pocos ríos de tinta sobre este capítulo de la mano de plumas mucho más autorizadas que la de un servidor. Por esta razón, he decidido inclinarme ante la evidencia, constatar un hecho y reservarme este episodio para cuando sea digno de decir algo sobre él. Por lo tanto, como bien queda patente en el título, hoy no vamos a hablar sobre el capítulo 28 por orden de emisión —esto es un poco como “Rayuela” (1963), dado que está el orden de producción, el de emisión y el cronológico interno de la historia—, sino del 23, titulado “El apocalipsis” (1967). Considero a éste como el segundo mejor de la primera temporada; además, que no goce de tanto consenso respecto a su calidad y, a la vez, que esté preñado de una de las tramas más interesantes de lo que hasta ahora he visto en “Star Trek”, le convierten, sin duda, en un episodio indicado para comentar hoy. Comencemos.

Punto Límite (1964)

Aquí estamos un día más. Hoy toca analizar un poco lo que pasó con el cine de ciencia ficción en la década de los años 60. Estamos hablando del final de la edad dorada y, como no podía ser de otra manera, nos encontramos ante variedad, cantidad y calidad. Antes de empezar propiamente a repasar el contexto, tengo que reconocer que nos adentramos en una época tan brillante como poco conocida para un servidor: salvo el conocimiento de algunos clásicos, era plenamente consciente de que había muchas grandísimas películas, bastantes obras maestras e innumerables cintas lo suficientemente interesantes para, por lo menos, ser vistas una vez…; una nebulosa por la cual navegaría en solitario en penumbra. Una lista exigente se iba perfectamente a 50 películas, y es imposible, dentro de los márgenes de tiempo donde se mueve este humilde análisis, atender a tanto y tan bueno, con el peligro a su vez de, por ignorancia, dejar alguna que mereciera la pena fuera. En este sentido, tengo que reconocer que he pedido consejo a un gran sabio y que este me ha mostrado el camino para no morir en el intento. Hechas estas apreciaciones, entremos en materia.

La vida futura (1936)

Nos encontramos un extraño caso donde el director, William Cameron Menzies, es menos conocido que el guionista, que no es otro que el extraordinariamente prolífico escritor H. G. Wells. Por poner algunos ejemplos, cabe señalar que escribió 51 novelas y 71 obras de ‘no ficción’, entre las que podemos encontrar desde ensayos hasta libros que describen las primeras formas de juegos de estrategia concretos, que resultan ser considerablemente distintos de aquellos abstractos como el ajedrez. También escribió 88 cuentos, 33 artículos (evidentemente, no como los de este blog) y cuatro guiones cinematográficos. Estamos hablando de 247 obras a lo largo de unos 60 años en activo… o lo que es lo mismo: escribir cuatro obras significativas cada 12 meses. Si bien es cierto que nada tiene que ver con Corín Tellado y sus 5.000 novelas, que serían casi 80 al año, también lo es que esta última no tiene en su haber algo que se pueda acercar mínimamente a “La máquina del tiempo” (1895) o a “El hombre invisible” (1897); siendo su obra muchísimo más monotemática que la del inglés y centrada casi exclusivamente en la novela rosa. En este sentido, el señor Wells no debe estar muy lejos del límite de lo que un ser humano completo puede escribir con un mínimo de sentido y calidad en una sola vida. Si a todo esto le sumamos sus clarísimas inquietudes intelectuales y el ser uno de los padres de la ciencia ficción, no podemos sino esperar volver a hablar de él en algún otro momento. De hecho, si hay algo valioso en esta película es su guión y las interesantes ideas que se ponen en juego en él.

Threads (1984)

Hoy toca analizar una película interesante y representativa de la década de los ochenta; lo que, como podréis sospechar, es una labor complicada, ya que en los 80 aún se hacía muy buen cine en general y, en especial, muy buenas cintas de ciencia ficción. Para acotar esta locura y poder tomar una muestra cinematográfica lo suficientemente pequeña como para poder visualizarlas en poco menos de un mes, nos quitamos clasicazos indiscutibles, tipo “Blade Runner” (1982) o “Aliens: El regreso” (1986), y también taquillazos al estilo “La guerra de las galaxias” o “Regreso al futuro” (1985), que ya analizaremos con detenimiento en otra ocasión. Con este criterio, y buscado películas con las mejores críticas o las sinopsis más interesantes, nos quedamos con 16: desde algunas de animación japonesa, tipo “Akira” (1988) o “El huevo del ángel” (1985); pasando por cositas soviéticas al estilo “Kin-Dza-Dza” (1986) o “Corazón de perro” (1988); ‘francesadas’ como “La muerte en directo” (1980); e, incluso, algún cortometraje como “Balance” (1989). Después de este empacho cinéfilo, que ha dolido, pero que, a su vez, no ha podido merecer más la pena, destacamos tres finalistas muy distintas entre sí: “Threads” (1984), “Hombre mirando al sudeste” (1986) y “Depredador” (1987).

Tank Girl (1995)

Hoy comenzamos con el primero de los análisis, cuyo objetivo será el de complementar el ciclo de ciencia ficción que hemos empezado este curso. Pretende ser la cara B de las críticas: una serie de análisis que se centrarán en destacar alguna obra particular de las diferentes décadas, empezando en los años 90. En este caso, nos hemos decantado por “Tank Girl” (1995); película que cuenta con la interpretación estelar de Lori Petty. Pero antes de entrar en materia, vamos a dedicar unos párrafos a dar un poco de contexto.