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Star Trek: La conquista del espacio (1966-1969). Cuarta parte: La segunda temporada (1967-1968)

Seguimos con nuestra primera aproximación a lo que es, y fue, Star Trek, centrándonos hoy en la segunda temporada de la serie original. Como valoramos vuestro tiempo y, curiosamente, este tercer curso coronavírico está siendo el más pesado —algunos se preguntarán «¿de qué estás hablando?»—, vamos a intentar practicar la síntesis, para felicidad de todos. En esta línea, nos centraremos en las diferencias respecto a la primera temporada, dado que los capítulos se estructuran igual, el contexto es el mismo y los personajes repiten. Como novedad, eso sí, nos encontramos ante la definitiva ausencia de la secretaria y asistente del capitán, Rand —dejando inconcluso su arco romántico—, y la inclusión de Chekov (siendo este cambio una pista muy significativa del inminente ocaso de la serie). Pero, antes de liarnos, demos esta pequeña introducción por terminada y metámonos de lleno con este humilde análisis.

Una apuesta por la duda

A raíz del artículo «El beneficio de la duda» de Guillermo Altares, publicado en El País hace unas semanas, escribo hoy aquí. Porque nunca es tarde si la dicha es buena. Como tampoco viene mal recordar, una vez más, la duda de Sócrates, incluso la de Descartes. La duda, al fin y al cabo. Pero no la duda perdida, no la duda posmoderna ni líquida, sino la duda que repiensa, que vuelve a lo de siempre para matizarlo, para encontrar algo que se hubiera perdido por el camino. ¿No es este acaso el camino de la filosofía? ¿No es esta la esperanza del filósofo cuando abre cualquier libro de un pensador? No es tanto el afán de encontrar respuestas, sino la necesidad de que queden formuladas nuevas preguntas, nuevos interrogantes.