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Mesnoviembre 2018

Sobre familias y parejas: encuentros falazmente inevitables y virtuosos

De un tiempo a esta parte, me vengo percatando de que cada vez es más habitual que las personas lleven a sus parejas al encuentro con sus respectivos familiares tan pronto como se les presente la ocasión. Es decir: así, de golpe y porrazo, uno ya no sólo tiene que ir a las reuniones familiares que le atañen, sino también a las de la familia de su compañero de crimen. De este modo, uno debe sepultar y dar por perdidos los encuentros a pequeña escala; pues, en cuanto las parejas de nuestros familiares allegados empiezan a acudir a cualquier tipo de reunión que se preste, la cifra de invitados aumenta el doble sin que a uno le dé tiempo a asimilarlo. Y uno nunca tiene suficientes sillas para semejante festín.

El cine actual: la «secuelitis» o el desierto del talento

Venimos comprobando que, desde hace un tiempo a esta parte, la cantidad de secuelas, precuelas, reinicios y demás refritos aumentan en una proporción asombrosa respecto a las viejas historias que solíamos ver en la gran pantalla. Esta es una tendencia que recorre todas las artes e incluso gran parte de los productos: desde películas a juegos, pasando por series y reediciones de viejas consolas en miniatura, que terminan por colmar el panorama consumista. Además, se da una cierta tendencia fetichista en sectores todavía elitistas de, por ejemplo, sacar cámaras a precios desorbitados, restando características artificialmente dentro de lo que la propia tecnología ofrece. No olvidemos tampoco esa predilección tan delicada, si se toma en serio, de las adaptaciones: habiendo quedado atrás las versiones cinematográficas de libros, ahora parece que cualquier historia puede peregrinar por el espectro consumista sin ningún tipo de precaución o cuidado. ¿Y por qué ocurre todo esto? Se podrían discriminar tres facetas íntimamente relacionadas: primero, estaría el peso del mercado; después, el peso de la tecnología; y, por último, la vulgarización del hombre masa.

¿Por qué Zoon politikón?

La respuesta corta es sencilla: se podría decir sin miedo que somos un animal que habla, o, mejor dicho, que ningún animal salvo nosotros habla. Por tanto, no es difícil argumentar a partir de aquí que, de esta capacidad que sólo nosotros tenemos, dependen todas las facetas y cuestiones de lo humano. Pero claro, la respuesta corta, aun evidente y digna de mención, visto el envilecimiento de nuestros días resulta falta de profundidad, por lo que intentaremos ahondar un poco más en el tema a modo de primera aproximación.

Plenilunio (1997) 

«Plenilunio», obra escrita en 1997 por Antonio Muñoz Molina, es una novela que dentro de unas coordenadas que se han repetido hasta la saciedad, como pueden ser los asesinatos y las relaciones personales, va más allá, aportando un grado de reflexión del que carecen otras obras que, en apariencia, podrían tratar sobre los mismos temas. Es por eso que, a mi parecer, merece reparar con suma precisión en muchos de sus diálogos, que no sólo aportan profundidad a la narración, sino que le hacen a uno partícipe de dichas reflexiones y pretende que hagan eco en su propia vida.

Pacific Rim (2015)

Nos encontramos ante un espectáculo visual a la altura de 2015, aunque sin nada nuevo que ofrecer, y una cinta que podría ser el pretexto perfecto para contarnos una historia, pero que se queda en la mera superficie. «Pacific Rim», con todo, merece ser visionada, dado que ha caído en manos de un veterano del calibre de Guillermo del Toro, lo cual es una garantía de que, al menos, no nos va a dejar indiferentes. Si esto lo sumamos a la incursión de creadores occidentales en terreno oriental, ya tenemos las pistas suficientes para ponernos en la predisposición de aguantar las más de dos horas que dura.